borra de tus sueños a mi rostro perdido,
y deja que el tiempo guarde las cenizas de mis labios,
en pequeños alcancías que, juntos, abriremos algún día.
No te ocultes detrás de la incesante estatua,
construida con los párpados inflamados de hastío,
y vaga por caminos que, aún, sueltan mi aroma errante;
amarrando tu corazón a todo lo que existe...
¡espérame!:
en las grisáceas nubes de ruidosos silencios,
donde las bocas no suplican, ni piden, ni lloran.
Allí, donde se dispersan las resinas del corazón herido.
Si muero, acostúmbrate a vivir sin mí,
y besa mi boca de nieve con tanta fuerza,
que al llevarse mi muerte tu beso,…jamás halle olvido.
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