viernes, 29 de noviembre de 2013

CONTATE UN CUENTO VI - CATEGORIA B

SALA DE EMERGENCIAS

Por Fiorella Pardo, alumna de 3º año del colegio Santa Rosa de Lima


Me levanté con un grito de mamá, como todas las mañanas. Ella no es de gritar mucho es pacífica, relajada. Estudio psicología pero nunca ejerció y eso es lo que se lamenta siempre, ella está un 100% segura que si hubiera ejercido nuestras vidas serian mejores. Mamá te analiza, disimuladamente, sin que lo notes y después te dice su veredicto. También le apasiona la lectura y la pintura (dos cosas que heredé de ella).
Por otro lado mi papá es muy diferente a mamá, él es muy introvertido, cerrado. La primera impresión que causa en la gente es de ser una persona fría, aunque cuando va entrando en confianza se ablanda esa fortaleza que el mismo crea para protegerse del resto de la gente. Papá es adoptado, hijo único de una mujer que no podía tener hijos y de un hombre que no quería hacerse cargo de nada que no fuera el mismo. Mi abuela, una santa, lucho con su pequeño niño adoptado contra todos los obstáculos que se le presentaron, es una guerrera. Amo a mi abuela, es mi modelo a seguir y prácticamente vivo más con ella que con mis padres.
Bueno volviendo al grito despertador de mamá, me levanté y me vestí como pude, es difícil manejar el arte de cambiarse a toda velocidad medio dormida y con los ojos cerrados. Pero se logra luego de años de práctica y llegadas tarde al colegio. Corrí a la cocina, agarré plata, la saludé a mamé"; y me fui en mi corrida maratónica rumbo a la escuela.
Llegué al aula con el corazón en la mano, toda colorada y cansada y me fui a sentar en mi banco de siempre, pero Erna, mi mejor amiga y compañera de banco desde que empezamos en primaria juntas, había faltado. Lo que no me sorprende porque la mamá de Erna, siempre que le duele algo o no se siente bien, la deja faltar. Lo peor es que sin ella las cinco horas de clase se me hacen eternas. Luego de padecer las dos primeras horas de matemática llegó la profesora de plástica a alegrarme la mañana.
Por fin sonó el timbre y todos salimos prácticamente corriendo del salón, me volví sola caminando a casa. Más tarde, quizás, llamaría a Erna para hacer algo juntas cuando saliéramos de nuestra clase de pintura.
Hace ya tres días que Erna está faltando al colegio, la llamé a la casa dos veces pero nadie contestó, la llame a su celular y lo tenía apagado.
Cuarto día que Erna falta al colegio, no se si preocuparme o ponerme a pensar que buena excusa le debe haber inventado a su mamá para que la dejara faltar, se las debe haber re ingeniado y seguro que conspiro con la hermana para que la dejara, lo más probable es que esté fingiendo que le duele el pecho como casi siempre dice.
Ayer fui a visitar a Erna pero la mamá me dijo que no podía recibir visitas, me parece súper raro porque las otras veces que estuvo enferma siempre me dejaron pasar a verla y dejarle las tareas del colegio y de pintura. ¡Erna faltó toda la semana al colegio y no me llamó ni una sola vez! Ya me estoy enojando, no puedo creer que no sea capaz de llamarme y tampoco puedo creer que la mamá no se dé cuenta de que está mintiendo. Ya que Erna no se digna a llamarme ni a ir al colegio, me empecé a sentar con otra amiga, no me gusta pasar las horas sola.
No me resistí y fui por segunda vez a lo de Erna, ésta vez me atendió su hermana que estaba saliendo re apurada del departamento y ni se dio cuenta de mi presencia. Volví hecha una furia a casa indignada con Erna, con su mamá, con su hermana, con la profesora de Historia y con el taxista que casi me atropella cuando me volvía a casa caminando sin prestar atención, perdida en mi bronca. Apenas llegué, le conté a mamá todo el asunto de Erna y ella me dijo que no me preocupe, que seguro no era nada y que "me estaba ahogando en un vaso de agua". Esto sólo me hizo terminar de enojarme e irme a mi habitación. Mientras intentaba hacer los ejercicios de matemática la escuchaba hablar a mamá por teléfono con alguien, ¿Cuánto puede hablar mi queridísima madre sin cansarse? Creo que una hora después se despidió por fin y cortó la llamada. Al cabo de unos minutos la tenía sentada en mi cama con cara de susto, mezclada con preocupación.
-Rocío, tenemos que hablar. No sé cómo decirte esto, vos sabes bien que no me gustan las malas noticias.- "No me gustan las malas noticias", ya empezamos mal, después de una pausa mama volvió a hablar- Hija estuve hablando con la mamá de Erna, me parecía muy raro lo que me contaste, y decidí llamarla, se desahogo conmigo me contó todo lo que les está pasando y la verdad me siento muy mal por decirte que no te preocuparas. -Mamá, no des más vueltas, ¿Qué pasa? -Rocío, Erna está internada y es grave.
¡¿Cómo puede ser que hallan internado a Erna y nadie se hubiera molestado en decírmelo?! Soy su mejor amiga y nadie me dijo nada. Ya llevo dos horas en el pasillo del hospital y lo único que sé de Erna es en qué habitación está. Nada más.
Luego de lo que pareció una eternidad, la mamá de Erna se asomó por la puerta y me dijo que pasara. Lo que vi cuando entré no me lo voy a olvidar nunca en mi vida, es una de esas ¡magines que quedan grabadas en el inconsciente para siempre. Erna, mi Erna, mi mejor amiga, estaba acostada en una cama, conectada a un respirador.
Lo que paso después no me quedó muy claro, los recuerdos son muy borrosos. Me acuerdo de correr a la cama de Erna, me acuerdo de lágrimas e incluso sangre en un determinado momento, pero no se si la sangre era mía, o de Erna o ¿de quién era la sangre? No estoy segura, lo que si sé es que me desperté nuevamente en el pasillo con mamá al lado. -Ro, hija, ¿estás bien? ¡Te desmayaste!
-Mamá yo estoy bien, debe haber sido la impresión, ¡¿Erna cómo está?! ¡¿Qué le pasa?!
-¡Rocío estamos en un hospital, baja la voz!
Justo cuando estaba a punto de perder la poca paciencia que me quedaba, mamá se dignó a explicarme qué estaba pasando. Erna tiene un tumor en el pulmón derecho, y eso era el causante de sus continuos dolores de pecho, totalmente inexplicables. Había ¡do a ver a varios médicos pero ninguno se daba cuenta qué era lo que le pasaba, hasta que el doctor Ramos le hizo una placa y descubrieron el tumor maligno que con los años había ¡do creciendo y dificultándole a Erna la retención de aire por mucho tiempo. Todo va de mal en peor, la mamá de Erna nos dijo que la operarían para sacarle el tumor. Los médicos le habían dicho que el momento justo era ahora ya que el cáncer no se había desarrollado un 100%.
La operación no era de alto riesgo, pero para mí era lo más peligroso del mundo, no podía dejar de temblar. Lloré por no poder ni siquiera despedirme de Erna, no poder decirle un "te amo amiga". Me siento mal, muy mal. Creo que nunca recé tanto en mi vida, le rogué a Dios que por favor todo saliera bien, que no se llevara a mi mejor amiga, que la dejara acá, conmigo. En momentos así te das cuenta de lo mucho que significa alguien para vos, porque es imposible imaginarte que no esté en tu vida, que sin esa persona ya nada sería lo mismo. Tres horas pasaron y yo no sabía como había salido la operación. La cabeza me iba a mil, me imaginaba cosas horribles que sólo me daban más ganas de llorar, me sentía cansada, con dolor de cabeza, estaba agotada, pero no pensaba poner un pie afuera de ese hospital hasta que me digieran que Erna estaba fuera de peligro.
Por fin se abrió la puerta, salió un médico y nos dijo: La operación fue un éxito, ahora es fundamental, para que el tumor no se regenere, continuar con un tratamiento de quimioterapia.
La quimio fue muy dura. Las primeras sesiones acompañé a Erna y la esperaba en el pasillo. Era increíble observar el cambio en su ánimo al entrar y al salir de las sesiones. Terminaba agotada, destruida, sin ganas de seguir adelante. Pero yo no podía permitir que eso pasara, Erna tenía que lograr superar este obstáculo.
Con el paso de los meses los cambios en Erna fueran muy notables, primero la pérdida del pelo, sus increíbles rizos rojizos ya no estaban, en cambio ahora su cabeza estaba siempre tapada por un pañuelo violeta que yo le había regalado. Después podías ver como se extinguía la vida en ella, atravesó varias crisis, se sentía fea, no quería salir de su casa, pero yo le recordaba que ella era hermosa por dentro y por fuera. La terapia no fue fácil de llevar, pero aunque estuvo varias veces al borde del abismo nunca la dejé caer. No podía permitirlo, la necesito tanto como ella a mí. Nos complementamos y entre las dos somos una sola. Siempre trate de comprender el sufrimiento de Erna, ponerme en su lugar, sentir el dolor que ella sentía aunque no podía hacerlo.
Yo aprendí cosas de la terapia, maduré, creo que aprendí a valorar las cosas que realmente importan. Pero sobretodo aprendí a luchar, a no esquivar los obstáculos, sino afrontarlos y que por más grave que sean todo tiene solución, quizás no la que queremos, pero una solución al fin.

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