miércoles, 27 de noviembre de 2013

CONTATE UN CUENTO VI - MENCIÓN DE HONOR CATEGORÍA C

La herida 
Por Brenda Latorraca, alumna de 5º de la E.S.Nº 3 “Carmelo Sánchez”


Le pintó el mundo color de rosas, poniéndola en la cumbre de la pirámide y prometiéndole cofres de oro. Le dijo que su vida seria hermosa, como aquella música que entra por los oídos y llega al corazón. Simplemente promesas que no se iban a cumplir y palabras que se fueron destruyendo por heridas. Ella era bella y creía en sus versos; tenia la esperanza de que esas promesas se cumplieran y terminar siendo la princesa feliz. Él era manipulador; jugaba con sus sentimientos, contándole una historia de hadas que luego se convertiría en pesadillas.
Su historia se vio por los noticieros; yo la había oído por la señora Pérez que lo escucho en una charla entre el Señor Rodríguez y Doña Alicia en el cumpleaños de Ana María en la ciudad de San Juan. Dicen que al pasar de chisme en chisme se modifica la historia, pero para mí fue así.
Creo que era un lunes. Ella salió de su casa rumbo al colegio. Era un día como todos. Luego la joven salió de la escuela y feliz saludo a sus compañeras, pero no sabia que la oscuridad se acercaba. Camino tres cuadras y luego doblo en la esquina. Entonces, él apareció enojado, traía consigo un par de valijas. Empezaron a discutir, comenzó a pintarle su pesadilla tiñéndola de blanco a negro. Una guerra comenzó. Su rostro golpeó contra el piso causándole una herida de ceja a ceja. Los vecinos se encerraron sin decir nada. La herida desfiguro su rostro poniéndola en ridículo. Caída desde el piso la tomaron bruscamente del brazo tirándola fuertemente en el asiento trasero de un auto.
Despertó, no se acordaba de nada. Se dio cuenta de que sus manos estaban inmóviles por una soga. Su boca, tapada por un pañuelo rojo. Su vista estaba nublada por la oscuridad. Solo se veía el reflejo de la luz por debajo de la puerta. No sabia que sucedía, estaba asustada y no sabia porque. Estaba confundida, no entendía si era lunes o martes. Intentaba despejar su mente, para no pensar en el horror. ¿Y su mamá? Se preguntaba. Seguro recién había salido del trabajo y estaba yendo rumbo a la casa de su abuela.
Pasaron unas diez horas... No estaba segura tenia mucha confusión. Sus ojos, cansados de llorar. Se hartó de tanto esperar y decidió que debía salir de allí. Doblando sus manos, desenroscándolas, no le costo desatar el primer nudo. Se escuchaban voces; presto atención. Esa voz ella la conocía; era aquella que relataba su vida futura, aquella que le prometía ver la felicidad. Sintió pasos que se acercaban a la puerta; quedó quieta por un momento. Desatando sus manos rápidamente, salió de la silla. Escuchó que alguien venía, silenciosamente se escondió detrás de la puerta. El raptor entró y ella lo vio. No lo podía creer: era otra cara, pero en ese lugar no le prometía nada, solo la muerte. Era diferente, agresivo, violento; no era él. Ahí se dio cuenta de que esos años de amor no valieron la pena, que simplemente había sido inútil fingir ser una buena persona, cuando en realidad escondía un presente oscuro. Ella ya no quería vivir más con ese horror. Entonces, rápidamente quiso escapar pero fue inútil, porque el agresor lo impidió tomándola del brazo, forcejeando entre gritos y golpes. Ese puñetazo que volvió a desfigurar su cara. Él la tomo del cuello. Ella lo miró a los ojos: a través de ese color marrón oscuro vio su pasado, pero no vio amor, sino mentiras y horror. Ella se preguntaba ¿Cómo puede ser que un ser humano pueda lastimar tan bruscamente a otro? Y la víctima ¿Por qué se queda callada sin contar sus penas? Entonces pensó: "Yo no me voy a quedar en silencio". Así fue que la joven, con las pocas fuerzas que le quedaban, se defendió lanzando un rodillazo a la parte abdominal del raptor. Él callo doloroso tropezándose con la silla y cayendo al piso. Mientras tanto ella, aprovechando el poco tiempo para escapar. Corrió hacia las puertas, pero estaban bajo llave. Desesperadamente, hacia las ventanas, aunque fue inútil. Estaba encarcelada. De repente vio el ventanal abierto. Colocando una silla arriba de la mesa se trepó sobre el mismo, saliendo de la casa. Vio la luz natural y se dio cuenta que el sol se estaba escondiendo. Corrió unos metros y se detuvo un momento a pensar que ese lugar ella lo conocía. Era allí, en esa piedra, donde ellos se sentaban aquellas tardes a pescar, abrazados, llenos de amor. Esa piedra se volcó, se fue junto a los abrazos y los besos. La piedra partió sin rumbo, sin saber qué hacer con tantas historias. Miró a su alrededor y vio un auto. Queriéndose subir, se dio cuenta de que estaba cerrado. Forcejeando la puerta, miró el vidrio. Sus ojos se llenaron de agua salada. Y ahí fue donde la vio: el reflejo de esa arma filosa que atravesó su pecho. Su remera quedo como el pañuelo que callaban su voz. Lo último que se le paso por la cabeza fue pensar el por que de tanta violencia. ¿Porque una persona tiene la necesidad de quitarle la vida a otra? Diferentes mujeres muertas a causa del mismo hecho, tan violento; tan pasional. Se quedan calladas echándose la culpa ¿Ella tenia la culpa de ser asesinada sin sentido? Si hubiera llegado a lo de su abuela no se hubiera quedado callada, sino que estaría hablando de lo que la violencia había logrado destruir aquel amor que se construyo en muchos años. ¡Como hubiera deseado que las mujeres que pasan por esa situación no se quedaran en silencio y hablaran de su pesadilla! ¿Perdonar? ¿Cómo olvidar lo que sucedió? Las lastimaduras se borran con el tiempo pero las cicatrices del corazón siguen estando allí y cada vez van creciendo más y más sin retroceder.
Luego de cinco minutos dio su último respiro y dejo de suspirar por una herida...

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