La herida
Por Brenda Latorraca, alumna de 5º
de la E.S.Nº 3 “Carmelo Sánchez”
Le pintó el mundo color de rosas, poniéndola en la cumbre de
la pirámide y prometiéndole cofres de oro. Le dijo que su vida seria hermosa,
como aquella música que entra por los oídos y llega al corazón. Simplemente
promesas que no se iban a cumplir y palabras que se fueron destruyendo por
heridas. Ella era bella y creía en sus versos; tenia la esperanza de que esas
promesas se cumplieran y terminar siendo la princesa feliz. Él era manipulador;
jugaba con sus sentimientos, contándole una historia de hadas que luego se convertiría
en pesadillas.
Su historia se vio por los noticieros; yo la había oído por
la señora Pérez que lo escucho en una charla entre el Señor Rodríguez y Doña
Alicia en el cumpleaños de Ana María en la ciudad de San Juan. Dicen que al
pasar de chisme en chisme se modifica la historia, pero para mí fue así.
Creo que era un lunes. Ella salió de su casa rumbo al
colegio. Era un día como todos. Luego la joven salió de la escuela y feliz
saludo a sus compañeras, pero no sabia que la oscuridad se acercaba. Camino tres
cuadras y luego doblo en la esquina. Entonces, él apareció enojado, traía
consigo un par de valijas. Empezaron a discutir, comenzó a pintarle su
pesadilla tiñéndola de blanco a negro. Una guerra comenzó. Su rostro golpeó
contra el piso causándole una herida de ceja a ceja. Los vecinos se encerraron
sin decir nada. La herida desfiguro su rostro poniéndola en ridículo. Caída
desde el piso la tomaron bruscamente del brazo tirándola fuertemente en el
asiento trasero de un auto.
Despertó, no se acordaba de nada. Se dio cuenta de que sus
manos estaban inmóviles por una soga. Su boca, tapada por un pañuelo rojo. Su
vista estaba nublada por la oscuridad. Solo se veía el reflejo de la luz por
debajo de la puerta. No sabia que sucedía, estaba asustada y no sabia porque.
Estaba confundida, no entendía si era lunes o martes. Intentaba despejar su
mente, para no pensar en el horror. ¿Y su mamá? Se preguntaba. Seguro recién
había salido del trabajo y estaba yendo rumbo a la casa de su abuela.
Pasaron unas diez horas... No estaba segura tenia mucha
confusión. Sus ojos, cansados de llorar. Se hartó de tanto esperar y decidió
que debía salir de allí. Doblando sus manos, desenroscándolas, no le costo
desatar el primer nudo. Se escuchaban voces; presto atención. Esa voz ella la
conocía; era aquella que relataba su vida futura, aquella que le prometía ver
la felicidad. Sintió pasos que se acercaban a la puerta; quedó quieta por un
momento. Desatando sus manos rápidamente, salió de la silla. Escuchó que
alguien venía, silenciosamente se escondió detrás de la puerta. El raptor entró
y ella lo vio. No lo podía creer: era otra cara, pero en ese lugar no le
prometía nada, solo la muerte. Era diferente, agresivo, violento; no era él.
Ahí se dio cuenta de que esos años de amor no valieron la pena, que simplemente
había sido inútil fingir ser una buena persona, cuando en realidad escondía un
presente oscuro. Ella ya no quería vivir más con ese horror. Entonces,
rápidamente quiso escapar pero fue inútil, porque el agresor lo impidió tomándola
del brazo, forcejeando entre gritos y golpes. Ese puñetazo que volvió a
desfigurar su cara. Él la tomo del cuello. Ella lo miró a los ojos: a través de
ese color marrón oscuro vio su pasado, pero no vio amor, sino mentiras y
horror. Ella se preguntaba ¿Cómo puede ser que un ser humano pueda lastimar tan
bruscamente a otro? Y la víctima ¿Por qué se queda callada sin contar sus
penas? Entonces pensó: "Yo no me voy a quedar en silencio". Así fue
que la joven, con las pocas fuerzas que le quedaban, se defendió lanzando un
rodillazo a la parte abdominal del raptor. Él callo doloroso tropezándose con
la silla y cayendo al piso. Mientras tanto ella, aprovechando el poco tiempo
para escapar. Corrió hacia las puertas, pero estaban bajo llave.
Desesperadamente, hacia las ventanas, aunque fue inútil. Estaba encarcelada. De
repente vio el ventanal abierto. Colocando una silla arriba de la mesa se trepó
sobre el mismo, saliendo de la casa. Vio la luz natural y se dio cuenta que el
sol se estaba escondiendo. Corrió unos metros y se detuvo un momento a pensar
que ese lugar ella lo conocía. Era allí, en esa piedra, donde ellos se sentaban
aquellas tardes a pescar, abrazados, llenos de amor. Esa piedra se volcó, se
fue junto a los abrazos y los besos. La piedra partió sin rumbo, sin saber qué
hacer con tantas historias. Miró a su alrededor y vio un auto. Queriéndose
subir, se dio cuenta de que estaba cerrado. Forcejeando la puerta, miró el
vidrio. Sus ojos se llenaron de agua salada. Y ahí fue donde la vio: el reflejo
de esa arma filosa que atravesó su pecho. Su remera quedo como el pañuelo que
callaban su voz. Lo último que se le paso por la cabeza fue pensar el por que
de tanta violencia. ¿Porque una persona tiene la necesidad de quitarle la vida
a otra? Diferentes mujeres muertas a causa del mismo hecho, tan violento; tan
pasional. Se quedan calladas echándose la culpa ¿Ella tenia la culpa de ser
asesinada sin sentido? Si hubiera llegado a lo de su abuela no se hubiera
quedado callada, sino que estaría hablando de lo que la violencia había logrado
destruir aquel amor que se construyo en muchos años. ¡Como hubiera deseado que
las mujeres que pasan por esa situación no se quedaran en silencio y hablaran
de su pesadilla! ¿Perdonar? ¿Cómo olvidar lo que sucedió? Las lastimaduras se
borran con el tiempo pero las cicatrices del corazón siguen estando allí y cada
vez van creciendo más y más sin retroceder.
Luego de cinco minutos dio su último respiro y dejo de
suspirar por una herida...
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