En blanco, es desesperante ver la hoja
tan vacía. Quiero escribir algo, pero ¿qué? Esa es la pregunta que me detiene.
Nada en mi mente tampoco, será porque estoy concentrado en lo que no logra
llegarme al cerebro o por seguir mirando a lo único que mis ojos ven. Es
molesto, mi vista sólo da al papel sin nada escrito en él y a mi mano inmóvil
aferrada al lápiz. Como si un hechizo la hubiera congelado. Trabado, mis
pensamientos no logran fluir. Ninguna palabra aparece para librar la tensión
entre la libreta y yo. Me sumerjo en la profundidad de la nada. En este
momento, el único color que conozco, blanco. Será que si me meto en ese abismo
encuentre más que nada, tal vez colores. O será que se ocultan de mí y ríen
porque no pude ni mover la derecha. Y me enfoco en el blanco. Escucho cómo el
viento choca contra la ventana, los vecinos discuten arriba, los perros ladran
a lo lejos y el toque de cada segundo del reloj. Tic tac, tic tac. Repentinamente,
sólo logro captar mis propios latidos. Ya no hay nada más alrededor. Otra vez
la hoja y yo, enfrentados. Cara a cara, esperando que alguno, yo o mi mano, se
mueva. No puedo escribir, entonces lo que debería hacer es relajarme. Ninguna
inspiración vendrá a mí si me mantengo en la misma posición.
Suelto
el lápiz, siento como cae y tintinea con el escritorio. No puedo evitar que en
mi cabeza siga golpeando, suave, la libreta. Ésta es mi derrota, perdí. Por
otro lado, una de las tantas otras victorias para la reconocida “hoja en
blanco”. Pero no puedo rendirme tan fácil, más tarde volveré lleno de ideas y
palabras.
Curioso,
ahora todo está oscuro, ni cuenta me di que cerré los ojos. Tanta claridad
debió agotarme, pero no siento cansancio alguno. Es más, creo que tengo hambre.
Debería ir a la heladera para fijarme si tengo algo de comer. Me levanto de la
silla decidido y veo que la habitación está completamente desordenada. Pilares
de libros ocupan el camino a la cocina, ¿Cuántas cosas tengo? ¿Debía ordenar un
poco? Me quedo parado admirando la imagen, pensando en acomodar, y sólo que
debería hacerlo. Esas son novelas y cuadernos de estudio de la universidad, en
algunas columnas bajas tengo platos sucios y vasos con bichos muertos por
ahogo. También la ropa sin lavar que no uso hace semanas. Y detecto la humedad
en las paredes en el pequeño departamento de la frágil estructura del edificio
mismo. Yo sólo sigo pensando en limpiar.
Me
dirijo ahora a la cocina, el piso de cerámica, además de roto, se siente algo
pegajoso. Que sensación más desagradable. Por fin abro la heladera, pero no
recuerdo a que venía. Miro vagamente su interior sin prestar atención durante
unos minutos y la cierro. Mi estómago comienza a batallar en mi interior y su
rugido me recuerda el hambre que tengo. Como un idiota, abro nuevamente el frío
contenedor y solo veo una caja de leche. Aunque la suerte no está de mi lado,
con darle un sorbo me encuentro obligado a escupir con repugnancia. Resulta
estar vencida desde hace mucho. Como consecuencia tiré todo el líquido al piso,
ahora está peor que antes, que molestia. En realidad, es mía la culpa, debí
fijarme en la etiqueta la fecha. Debo arreglar esto, no lo puedo dejar así como
a todo lo demás, tirado y sucio. Agarro el trapeador que no podría estar más
seco, corro los platos de la pileta y lo mojo con un poco de agua de canilla.
Listo, con pasarlo varias veces estará bien. Pero la montaña de platos sigue
ahí. Mejor los lavo y traigo los que están en la sala. Mientras refriego la
suciedad pienso, debería hacer algo con los insectos que se esconden y la
comida que me falta. Pero para salir a comprar tendría que bañarme, buscar ropa
limpia y dinero. Que molestia son estas manchas que no quieren irse de la
vajilla, encima se me resbalan, ya veo que por esto se termina rompiendo algún
plato. Decido entonces dejarlos en remojo y más tarde lavarlos bien.
Me
dirijo al baño atravesando el laberinto de libros. Abro la ducha y mientras
espero que caliente, me miro al espejo. Yo mismo me doy asco. Me saco la ropa
que llevo puesta y me meto sin dudarlo. Siento como el agua choca contra mi
cuerpo desnudo, quitándome grandes tensiones. Está algo tibia, suficiente buena
para mí; por alguna razón imaginé que por mi suerte estaría fría. Me mojo el
cuello, elevándose lentamente la temperatura, retirando todos mis pensamientos
negativos. Me somete a una paz muy cómoda. Lástima, no puedo quedarme por mucho
así. Cierro la canilla y me seco con una pequeña toalla que tengo cerca. Vuelvo
a mirarme al espejo, no me cuesta nada ¿verdad?, afeitarme un poco. Ya parezco
un vagabundo. Tomo una lata con crema, con cuidado y suave corto arrastrando la
maquinita de afeitar. Me lastimo con la filosa hoja, rápidamente me limpio con
la toalla. La mantengo presionando contra mi rostro. Al soltar veo la pequeña
mancha de sangre proveniente del costado izquierdo de mi cara. Sólo debo
vestirme.
Busco
por todos lados algo que ponerme que sea decente, pero no me queda otra que
volver a ponerme lo que tenía antes. Me acerco a la ventana para ver si al
final iba llover como mencionaron a la mañana. Abajo en la calle veo que hay
mucha gente reunida, ¿qué será? ¿Habrá pasado algo? Parece que la policía está
apartando a las personas del edificio de al lado. Tal vez algún loco quiera
saltar, pobre infeliz, si se trata de tener sus propias razones para matarse no
hay nada que yo pueda hacer. Sería mejor si me quedara por no querer moverme
por el mar de gente.
Me
acuesto en el sillón mirando al techo y digo en voz alta:
- Ésta tarde no hice nada productivo, veré
que hacer después.
Los
párpados comienzan a pesarme, mi última imagen es el flash de luz que me avisa
que se me quemo la lamparita. Pero eso sólo ayuda a tranquilizarme más. Es
irónico, empecé en blanco y ahora estoy pensando demasiado. Suelto una risa
corta sintiéndome cada vez más estúpido. Los ruidos no me molestan, no tengo
intención alguna de levantarme, ya nada importa, ni siquiera el hambre. Sólo
quiero descansar.
Se
escucha una explosión fuerte que me envía una corriente de aire que rompe mis
ventanas. Un calor inmenso se acerca, ¿Qué es eso? ¿Por qué? Mi cuerpo no
quiere responder, siento el movimiento de mis extensiones nerviosas agitarse
por sí solas. ¿Es miedo lo que me recorre el interior? El calor se acerca más y
más. Fuego, todo se está quemando. Mi cuerpo no lo soporta me levanto buscando
la puerta para salir, pero no están las llaves. Mis oídos no perciben nada y
veo hacia atrás el departamento, los libros, la ropa y los platos están volando
y ardiendo. Empiezo a levitar yo también, ¿estoy contradiciendo la gravedad?
No, es más, ella se está llevando el edificio abajo. Me golpeo con la pared,
con la puerta y finalmente estoy en lo que creo es un piso. No dura mucho la
sensación de haber terminado, porque un gran bloque de techo me caerá encima. Grito
con todas mis fuerzas, no voy a poder salir de ésta. No importa, de todas
formas no hay nada por lo que quiera vivir. Y ahora, negro.
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¿Qué
es esto? Hay mucha luz, ¿estaré muerto de una vez? Que relajante de alguna
manera. No tendré que preocuparme por lo que haré o lo que debería hacer nunca
más. No. Algo no está bien, el ruido de una máquina me despierta de mi ilusión
santa.
-
Menos mal que despertaste – la voz joven
de una mujer muy bonita me devuelve a este mundo – estaba preocupado el doctor
porque no sobrevivieras.
Una enfermera,
ningún ángel. Una cama levadiza, no alas. Bueno, todavía estoy vivo, tendré que
ver después que debo hacer con mi vida. Pero ahora, mi mente empieza a llenarse
de preguntas y solo se me escapa una.
-
¿Qué pasó?
-
Te encontraron los bomberos que fueron a
apagar el incendio por el bombardeo de un edificio, en el que estabas. Hubo una
amenaza de bomba y explotó. Parece que nunca te enteraste. Supongo que tenés
hambre no te muevas que ya te traigo algo.
La veo salir
del cuarto cerrando suavemente la puerta. No puedo creer que haya pasado tanto, cuando no hice nada. No quiero seguir despierto, mis ojos no quieren mantenerse
abiertos. Y girando la cabeza a un costado caigo en sueño una vez más ¿Por qué,
otra vez, en blanco?
los espejos y los niños son abominables porque te reflejan y te multiplican, nunca mas de acuerdo con Jorge Luis Borges. Excelente cuento Mica. GET
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