"Era tan fiero que en el salón de velatorios habían puesto un juego de luces psicodélicas"
Todo comenzó, para el barrio, cuando apareció el aviso fúnebre con la solemnidad acostumbrada y ya inútil, que anunciaba el cuepedé irreversible del Nicasio Lepóte, conocido por sus amigos como "El Siempre Rima", más fiero que un corte de luz en La Toscana.
Como en su casa estaban de baile por el casamiento de su hermana y no era cosa de andar suspendiendo la milonga así porque sí, se decidió, por resolución del único pariente fresco, trasladar el velorio a la principal confitería del sector, en el propio salón de billares.
Mientras tanto, el vecindario no ocultaba su sorpresa al leer en el diario la necrológica que decía "después de soportar con cristiana resignación las penosas si que lamentables alternativas de una prolongada cuan cruel dolencia, había entregado su alma al altísimo, don Nicasio Lepóte, deceso que despertó un profundo sentimiento de pesar en el amplio círculo de sus relaciones, donde el caballero extinto gozaba de general estima por las cualidades personales que adornaron su terrena existencia."
La cuestión fue que "El Siempre Rima" nunca aprendió ni siquiera el padrenuestro y había muerto de un puazo en su alojamiento de la cárcel.
El velatorio se armó, y ese único pariente fresco pidió a la funeraria que no pusieran las tradicionales velas, "Para qué alumbrarlo", -había dicho-, si no vale la pena gastar la lú con el caretón del fiambracho que no vale el sacrificio . . .
Al amanecer empezaron a llegar hermanos, hermanos políticos, tíos, sobrinos, primos y d.d. que salían de! casorio con varios litros de razones adentro, cantando a coro la marchita y agitando pañuelos, con los bolsillos llenos
de masitas, palitos, papitas fritas y maní.
Mientras tanto, el cuerpo no llegaba. Sucedió que hubo que desagotarlo antes de hacerle la autopsia y el trámite era lerdo.
A todo esto, la parentela y los vecinos (el presidente del club había dicho ya tres discursos despidiendo los restos) se había provisto de industriales dosis de ginebra y anís, porque "no podían andar pijoteando, tan bueno quera el negro por más que un día se decidió a ser totalmente huérfano y después de un pequeño trámite, se sintió ampliamente realizado. Lo malo fue que tuvo que constituirse detenido, por cualquier cosa..."
Fue, por varias horas, uno de los pocos velorios sin la acostumbrada figura estelar: el fiambrex. Mientras tanto iban cayendo más y más amigos. Poco a poco fue corriendo la ginebra en los hombres y el anís carabanchel entre ellas que no le daban sosiego a la lenguarda. Nadie sabe de dónde, pero aparecieron tres violas y un fuelle, una batería, dos cantores de tango y un imitador de Sabú. Aprovechando la bolada, un desconocido instaló en la puerta un kiosko de choripán y más allá vendían queso mantecoso y salame de la colonia.
El presidente del centro vecinal estaba más ruso que Spassky, durmiendo su aginebramiento en la propia cama que en vida utilizara "El Siempre Rima".
Por fin, de madrugada, llegó la jardinera con el cuerpo de Nicasio Lepóte, a medio vestir, sostenido por uno de sus cuñados, bastante adobado el mozo. Dos o tres comedidos se arrimaron para ayudar, no con mucho sentido del equilibrio.
A la vereda, por lo menos, consiguieron subir. El lío se les armó cuando quisieron pasar un escalón de la puerta.
Todos fueron a parar al piso y en el piso se mezclaron los otros comedidos que pretendían ayudarlos, justo cuando se producía en el barrio uno de los frecuentes cortes de luz.
Todavía estaba oscuro y no quedaba una gota de bebida afuera. Todos la tenían puesta. Todos dormían la monarda. Todos estaban desparramados en la casa.
Entre dos parientes que acertaron a despertar metieron al negro en el sobretodo de madera así como estaba y le cruzaron las manos sobre un tubo vacío.
Llegaron los operarios de la funeraria, vieron el panorama y se apresuraron en la soldadura, porque el tufo a bebida era insoportable, comentaban .. .
A eso de las 10, tuvieron que venir otros vecinos lejanos porque el coche fúnebre se había cansado de esperar y no había quien sacara el jonca, hasta que finalmente, se lo llevaron sin acompañantes. Ninguno estaba en condiciones de integrar el cortejo.
Dos días después, el Centro Vecinal radicaba en la comisaría una denuncia por desaparición de su presidente, a la vez que con toda urgencia llamaba a una asamblea de socios para designar reemplazante.
Mientras tanto, la familia Lepóte se puso a la tarea de organizar un nuevo entierro, porque se encontraron que "El Siempre Rima" había quedado abajo de la mesa.
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