Un loco que acababa de escaparse del manicomio se detuvo ante la verja de un jardín en el que un hombre trabajaba.
El recinto estaba bien cuidado; flores y ramaje le daban aspecto agradable y coquetón.
- Buenas tardes - exclamó el loco, dirigiéndose al hombre que trabajaba. Vaya un bonito jardín que tiene usted.
- No es feo.
- ¿Hace mucho tiempo que vive usted aquí? Cerca de diez años.
- ¿Se necesita mucho para tener un jardín así? Mucho; empleé aquí "todas mis horas de descanso". Cuando vine esto estaba lleno de basura y de inmundicias.
- Supongo que lo compraría por muy poco dinero. No es mía la casa.
- ¿No? ¿Por qué, pues, trabaja usted tanto?
- ¿Por qué?... Naturalmente, la casa es mía hasta cierto punto; mientras pague el alquiler.
- ¡Ah! Entonces ni la casa ni el jardín son de usted.
- No; pertenecen al señor Bagley, el banquero. Vive en la esquina; en la casa de los grandes jardines.
- ¡Ah! Sí; la conozco. Pero empleará una barbaridad de tiempo el señor Bagley en cultivar sus jardines.
- ¿Cultivar él sus jardines? Ni por pienso. Para eso paga tres o cuatro jardineros.
- Entonces, siendo este jardín propiedad suya, le pagará él por su trabajo.
- No lo crea; yo le pago por vivir aquí.
- Pero le cobrará menos que a los inquilinos que descuidan el jardín.
- ¡Ja, ja, ja! Está usted de broma. Lo que sucede es que me hace pagar más la casa a causa de las "mejoras que ha experimentado la propiedad".
- ¿Pero la casa y el jardín serán algún día de usted?
- Ni pensarlo. Todo lo más que puedo hacer es seguir pagando el alquiler...
El loco abrió la reja, y dirigiéndose de puntillas y con gran cautela hacia donde estaba el hombre, le preguntó intrigado:
- Dime, ¿cómo te las arreglaste para escapar del manicomio?
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