sábado, 3 de mayo de 2014

Ahí me las den todas - Por J. Martínez Villergas

         Cuéntase que hubo un corregidor en una villa. Cuéntase que hubo en el pueblo una riña.
Cuéntase que el alguacil mandado por el corregidor fue a poner paz a los combatientes.
Cuéntase que éstos, en lugar de respetar al alguacil, le arrearon cuatro bofetadas y le echaron de ahí con cajas destempladas.
Y cuéntase que el alguacil volvió al corregidor, mediando entre los dos el siguiente diálogo:
-Señor corregidor, cuando yo voy a una parte en nombre de usía, ¿no represento a usía?
-Sí, hombre, sí.
-Y si mi persona es la persona de usía, ¿mi cara no es también la de usía?
-Sí, hombre, sí.
-Y  cuando represento a usía,  ¿no soy la misma persona de usía?
-Sí, hombre, sí.
-Y cuando pegan una bofetada en esta cara, ¿no es pegarla en la cara de usía?
-Sí, hombre sí; pero ¿dónde vas a parar?    .
-Señor, es que los de la riña me han dado cuatro bofetadas en esta cara, que es la cara de usía, y, por consiguiente, usía ha sufrido también las bofetadas.
-Entonces el corregidor, con toda la formalidad que ustedes pueden figurarse, dijo:
-¡Ahí me las den todas!

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