Un escritor de vara alta, reprocha y reconviene por una acusada tendencia, a circunscribir, para defender lo nacional, lo criollo, "a lo que tiene carácter folklórico y se aleja de las manifestaciones de la alta cultura". Esto le parece absurdo y dice que "lo criollo, lo argentino está tanto en la prosa y la pasión de Sarmiento como en los versos de Hernández, de Lugones y de nuestros poetas más representativos, como en el pensamiento renovador de Echeverría", que está en el gesto de San Martín, de Moreno y de Mitre en pasajes históricos que cita y "en la inteligencia arquitectónica de Alberdi"; y se pregunta "quién ha expresado verdades más fundamentales sobre lo argentino que Sarmiento en la primera parte de Facundo..., donde ha trazado algunas de las páginas más hondas de la sociología vernácula, refleja la influencia
del desierto sobre nuestro pueblo y cómo engendra obstáculos que se oponen a su ingreso en un orden estable.
Los que defendemos lo criollo, lo nacional, lo vernáculo, no despreciamos ni desmerecemos "las manifestaciones de alta cultura" como él las llama, a las que el progreso alentado por los próceres que citan han dado a nuestro país el rango que ocupa en el concierto de las naciones más civilizadas; ni queremos retornar a los tiempos pretéritos, sino que queremos que se tenga presente, que no se olvide y menos que se menosprecie, la acción de los que en los albores de la nacionalidad, cuando el desierto constituía la mayor extensión de nuestro territorio defendieron la independencia y la libertad de sus personas, juntamente con las conquistas del bienestar que alcanzaban en dura brega con el indio y con la naturaleza.
Nosotros no "engendramos" a la argentinidad "obstáculos que se oponen a su ingreso en el orden estable"; nuestra acción no es fuerza de retroceso, es coadyuvante, es decir, que ayuda a su mejor valoración, porque explica sus orígenes y pone al alcance de los que no han conocido nuestra patria ni tenido noticia de ella, sino cuando aquella lucha había concluido definitivamente. Nuestra acción va dirigida a esa masa de población en la que la instrucción no llegó más allá de la escuela primaria, cuya mente no está preparada para recoger en conferencias públicas o privadas, doctrinas académicas de histofilosófica.
La tendencia a circunscribir lo nacional, "a las notas pintorescas de lo popular o regional, a lo que tiene un carácter folklórico" que reprocha el escritor a que vengo refiriéndome, es instructiva; por eso dice con justicia el historiador Eleuterio F. Tiscornia que: "Nadie irá a buscar en ellas, la emoción estética, pero hallará en cambio, la sensación terrible de una realidad histórica vivida."
Esa tendencia, enseñará a los ignaros, cómo lucharon nuestros antecesores más rústicos -nuestros gauchos- para conquistar su bienestar; con qué valor y entusiasmo lo hacían desafiando y venciendo contrariedades que siempre superaron. Y bien estaba entonces y está ahora la poesía gauchesca de Hidalgo, de Ascasubi, de Hernández, de del Campo y la prosa de Goyena, de Bunge, de Leguizamón, de Güiraldes, etc. Exaltan la imaginación de los humildes, para que el recuerdo de lo que hicieron esos gauchos, sirva de ejemplo y no obstruyen la ponderación de lo que hicieron Pueyrredón, Güemes y Paz, como San Martín, Moreno y Mitre, que cita aquel escritor y que nosotros los gauchófilos veneramos con gran entusiasmo.
Sigan, pues, en bien de la argentinidad, las conferencias históricas filosóficas y las reuniones y cantos folklóricos, en los ambientes adecuados, para que el fruto sea óptimo.
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