sábado, 8 de noviembre de 2014

LA COLUMNA BARROSA Por Garabato

        Me dirán, los sentenciosos de siempre, que intentar un desarrollo de la cultura en Balcarce, además de inútil, es tan difícil que roza lo imposible.
Pues no estoy de acuerdo. Balcarce tiene su cultura, pero voy a referir una anécdota que viene al caso para demostrar que además de posible, es muy necesario desarrollarla al ritmo de todo lo demás, o por ahí.
Comienzo por señalar, aunque parezca traído de los pelos, que muchos de nuestros hogares tienen una mascota, por lo menos una. Un muy amigo mío me dijo el otro día:
-Che, Garabato: tengo un problema con el gato. (Mi amigo era poeta antes, cuando había, de ahí su costumbre de rimar).
-Mirá vos, qué suerte. Con los problemas que hay sueltos, el tuyo se reduce a la pobre gatunidad de la mascota. Sos un afortunado.
-No creas. Mi gato no es de los que de día anden en cuatro patas, aunque así lo veo cuando vuelve a casa, entrada la mañana, cuatro contra tres cada semana.
-Vago el michún y bueno, es su naturaleza, por lo menos será ratonero comenté para eludir la evidencia.
-Seee… Ratonero no, pero si hay cumbia es cumbiero, si hay rock es rockero y si no se baila lo que suene, sin un pero.
-La adolescencia… dije consolador.
Hice unas cuentas mentales de nacimientos y décadas y me quedé callado. Prudencia, que le dicen.
-Cómo pasa el tiempo, agregué al rato, por decir algo.
Mi amigo fue lamentando detalles de auto chocado varias veces, abuelidad sin nieto, hálitos que no pasarían la prueba de alcoholemia a un kilómetro, raspaduras y algo más, y viajes nocturnos de rescate al hotel enrejado de Favaloro entre 18 y 20, con otras menudencias que no recuerdo.
-Las malas juntas, fue mi vía de escape, porque sé que lo has educado, etcétera. No mencioné la malcrianza, por pura gentileza diplomática.
-Seee… Lo que me costó. Si supieras lo que cuestan tres carreras... Hizo un alto en la rima y completó: …empezadas.
No tengo nada contra rockeros y cumbieros. Es más, los escucho a todos y me gusta en particular el estilo de los Pibes Chorros, mientras están cantando y no ejercen su oficio declarado. Pero resulta que uno de estos días anduvo por el pago Pablito Lescano, que es como decir el Beethoven de los bailanteros, el Gardel de la cumbia, guitarreando en ese tecladito y las manos arriba y las pibas de acá y la flor bien regada y la piedra y la pastillita. (Lo de la pastillita, vale aclararlo, porque sigue su tratamiento desde la internación, ya grandulón y algo metódico el Pablito, fíjese como riega su jardín decorado con piedra. Los Pibes copian y pegan).
Pablito… Perdón: don Pablo ha enriquecido el ritmo colombiano con las letras de las villas, afortunado creador que cuando pasa por un lugar escaso (Balcarce) siembra unos pocos minutos de escenario y se cosecha una buena que ya quisiera Barenboin o quien sea.
Buen, esto de las culturas, ya se verá. Pero resulta que nuestra mascota hogareña (la de mi amigo) fue con la ilusión de levantar las manos y apoyar la contextura artística de su compañera más próxima, rítmicamente acompañado por la probada banda de don Pablo, que para eso había venido y se quedaría su ratito entre un tratamiento y otro de consejo médico, y una actuación y otra de conveniencia profesional.
Pero no. Pintó una secuencia entre los sapitos y no sé qué otros barriales, con mesas y botellas volando por el aire, puños y patadas, claro, algunos dicen con otros ingredientes, y antes de que el artista estrella pudiera enchufar sus aparatos, ya se había desencadenado una Tormenta tan Perfecta que el ambiente de la película quedaba en la onda de un paraíso cheto del Pacífico, palmeras oscilando a la suave brisa y todo eso. Chau, Balcarce, habrá dicho Pablito, me oirás otra vez, si te cabe una banda de cultura.
-¡En mi Balcarce!
Sí, señora, mientras usted dormía justamente apichonada en su nido, que ya no está en el Balcarce que solía, aunque no tenga mucha villa que cantar, por ahora.  Dé gracias que los Pibes, esa noche turbulenta…
En resumen, el gato de mi amigo no afloja en la búsqueda de cultura, olfatea y descarta hasta que va a parar donde su instinto le señala, infalible como el de bigotes y ronroneo. Su instinto, dije, me oyó bien. ¿No le suena a usted que entre el gato felino, mascota de su casa, y el otro pronto cuarentón, debiera existir alguna somera diferencia? La hay, porque uno sigue rodando por los techos mientras le da el cuero gatuno, y éste…
No hará falta, le pregunto ahora para cerrar porque ya es mucha lata por hoy, desarrollar poco a poco las culturas, así en plural si le gusta, para que el olfato encuentre señales que no lo conduzcan siempre para el mismo lado. Palos de aquí, palos de allá, ¿no será posible otra cosa? No será que algo dejamos sin completar, mientras abrimos calles y levantamos torres muy bonitas. Y termino, un poco caliente y qué: cuando se deja un vacío, algo lo llenará. He dicho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario