¡Bienvenidos! Este blog de literatura está abierto a todo tipo de lectores. Quienes lo hacemos no tenemos otra motivación que el de compartir la lectura de las obras de escritores de todos los tiempos, así como también las de aquellos que se inician y también merecen difusión.
sábado, 11 de abril de 2015
LOS DOS BURRITOS Por Monteiro Lobato
Muy atrevidos, dos burritos de carga seguían trotando por el camino. El que iba delante llevaba valijas de oro en polvo; y el de atrás, simples sacos de harina. Aunque burros del mismo jaez, no quería el primero que el segundo marchase a su lado.
- ¡Alto ahí! decía. No te compares conmigo, que el que carga oro no es de la misma baraja que el que lleva harina. Conserva cinco pasos de distancia y marcha respetuosamente como si fueses un paje.
El burrito de la harina se sometía y trotaba detrás, con las orejas gachas, envidiando al hidalgo. De repente ...
-jEh! ... ¡eh! ...
Surgieron tras un tronco unos ladrones de caminos y tomaron a los burritos por el cabestro.
Examinan primeramente la carga del burro humilde::
- ¡Harina! exclamaron, desilusionados. ¡El diablo lo lleve! Veamos si hay algo de más valor en el de adelante.
- ¡Oro, oro! gritaron abriendo desmesuradamente los ojos. Y se dedicaron al saqueo.
Pero el burrito resistió. Coceó y echó a correr por el campo. Los ladrones corrieron detrás, lo cercaron, le cayeron encima a palos y pedradas. Al fin, lo desvalijaron.
Terminada la fiesta, el burrito del oro, más muerto que vivo y tan maltrecho que ni siquiera podía tenerse en pie, reclamó el auxilio del otro, que pacía sosegadamente muy fresco la hierba del bosque.
- ¡Socorro, amigo! Socórreme, que estoy maltrecho...
El burrito de la harina respondió burlonamente:
- ¿Pero es que podré aproximarme yo a Vuestra Excelencia?
- ¿Por qué no? Mi hidalguía estaba dentro de la alforja y se fue en las manos de aquellos bandidos. Sin las alforjas de oro a cuestas, soy una pobre bestia igual que tú ...
- Bien lo sé. Tú eres como ciertos grandes hombres del mundo que sólo valen por el cargo que ocupan. En el fondo, simples bestias de carga, yo, tú, ellos . . .
Y le ayudó a regresar a casa, aprendiendo, para su uso, la lección que ardía en el lomo del vanidoso.
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