sábado, 16 de mayo de 2015

El abuelo y el nieto Por los hermanos Grimm

       Érase un hombre muy viejo; sus ojos se habían enturbiado, estaba sordo y le temblaban las rodillas. Cuando se sentaba a la mesa, como apenas podía sostener la cuchara, derramaba la sopa sobre el mantel y se le caía por la barba.
A su hijo y a la mujer de éste les repugnaba verlo, y acabaron haciendo sentar al abuelo en un rincón detrás de la estufa, donde tomaba su mísera comida en una escudilla de barro. El pobre viejo miraba tristemente la mesa, y los ojos se le humedecían.
Un día, sus manos temblorosas, incapaces de sostener la escudilla, la dejaron caer al suelo y se rompió. Riñóle la nuera, pero él se limitó a suspirar, sin contestar una palabra. Entonces la mujer le compró, por unos céntimos, una escudilla de madera, y desde entonces se sirvió la comida en ella.
Estando una vez sentados a la mesa, observaron que el nietecito, que era un niño de cuatro años, se entretenía reuniendo y acoplando trocitos de madera.
-¿Qué haces? le preguntó el padre.
-Hago un cuenco de madera respondió el pequeño para dar de comer a papá y a mamá cuando yo sea mayor.
Marido y mujer se miraron un momento sin decir nada y, echándose a llorar, restituyeron al abuelo en su puesto a la mesa. Y en lo sucesivo lo hicieron siempre comer con ellos, sin refunfuñar cuando vertía
algo del plato.

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