Parece que antes había
En la venta del Candil
Un enano que tenía
Voz equivalente a mil.
Habitaba en el pajar;
Y si una riña se armaba,
Decía: «¡Voy a bajar!
Y nadie le rechistaba.
Al oír la voz aquella
Tan pujante sobre todas,
Esperábase tras ella
Ver un coloso de Rodas.
Negro, bisojo, feotón,
Barba azul, nariz adunca,
Sonaba, pues, el bajón;
Mas él no bajaba nunca.
-¡Qué es lo que sucede abajo!
-Bramó el enano una vez.
-Salga a verlo el espantajo
-Dice un chaval de Jerez.
-¡Allá voy! -se oyó en un grito,
Que nunca se dio tan fuerte.
-Ven -le contesta el mocito;
-Danos el gusto de verte.
En el portal un montón
De gente en expectativa
Temblaba del vozarrón:
El enano quieto arriba.
-¡Que voy! -Ven. -¡Que bajo! -Baja.
-¡No! -¡Sí! -Era un barullo inmenso.
El enano allá en la paja;
No bajaba ni por pienso.
Impaciente el jerezano,
De charla inútil se deja:
Sube al pajar, y al enano
Me le saca de una oreja.
Burlona estalló conforme
Risa general sin fin,
Viendo, tras la voz enorme,
Un enanillo codín.
Le iba a mantear la gente,
Si no se escabulle listo:
No viéndole, ¡qué imponente!
¡Qué triste figura, visto!
Al lorito perulero
Muy bien le salió la cuenta;
Pero al enano el ventero
Tuvo que echar de la venta.
Para muchos, es el coco
De mayor autoridad
Quien habla mal, recio y poco,
Entre densa oscuridad.
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