Un hombre se abre
a través de sus dedos
y en la hermosa orilla
comienzan los remos.
Es el río sin tregua
quien lo arrastra furioso
la caricia del agua
que lo toca y lo salva.
Sobre las piedras del fondo
toda la luz se refleja
como un antiguo camino
guarda vestigios de estrellas.
En la corriente se escucha
el susurrar de los duendes
van cantando una tonada
con un tambor de juguete.
Comienzo de remos.
Ascenso del alma
hacia la altura
del verso.
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