Mi infancia
fue una casa que nunca tuvo llave
dos patios con mejillas de naranjas
mamón y mandarinas
paredes de ladrillos sin maquillaje
y una música de tardes muy soleadas.
Había una ingenuidad de autitos chocadores
un miedo de montaña rusa
una alegría de hamacas voladoras.
Aquel cielo de cantos y de vuelos
ya no pertenece al mundo.
Tampoco aquellos árboles
- candelabros encendidos de sol -
ni aquella luna que cortaba la vida
en rebanadas.
Ese espacio de latas agujereadas
y noches de estrellas hundidas en los charcos
Se deshizo en el aire.
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