El hombre que nunca se haya visto en peligro, no puede responder de su valor.
El hombre prudente haría mejor en evitar un combate que en vencer.
Nuestra propia vanidad hace intolerable la ajena.
La vanidad nos obliga a hacer muchas más cosas contrarias a nuestras propias inclinaciones, que la razón misma.
El perfecto valor consiste en hacer sin testigos todo lo que seríamos capaces de hacer ante el mundo entero.
Antes que dejar de hablar de nosotros mismos, preferimos hacerlo mal.
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