Tito, si pudiera ayudarte o lograra aliviar algo esa preocupación que te acongoja y que tienes clavada en tu corazón, ¿qué premio me darías?
Tito, ¿qué es lo que te preocupa día y noche? Por eso me parece ahora el mejor momento para dedicarte algún escrito sobre la vejez.
¡En efecto! Deseo que tú y yo mitiguemos este peso, común: la inminente llegada de la vejez. Con toda seguridad sé que tú, la vives con dignidad, y eres capaz de afrontar todos los problemas que conlleva. Cuando pienso en escribir sobre la vejez, siempre acudes a mi mente como la persona más digna de este don, del que nos podamos servir cada uno de nosotros. La preparación de este tratado ha sido para mí tal motivo de alegría que, no sólo he ahuyentado todas las molestias propias de la edad, sino que he
intentado hacerla más suave y llevadera. La filosofía nunca podrá ser suficientemente alabada por quien reafirme que puede afrontar todas las molestias de la vida sin ningún tipo de adversidad.
Para quienes creen que no hay posibilidad de alcanzar el bienestar y llevar una vida feliz, sin duda, la vida es dura en todas las etapas de la vida. Pero quienes consiguen todos los bienes en sí mismos, no les puede parecer malo lo que la exigencia de la naturaleza traiga. La vejez está siempre en primer plano. Todos se esfuerzan en alcanzarla y, una vez conseguida, todos la culpan. ¡Tanta es la necedad de la extravagancia! Suelen afirmar que la vejez se les echó encima mucho antes de lo que esperaban. En primer lugar: ¿quién les obligó a pensar de un modo tan absurdo?, ¿por qué la distancia entre la adolescencia y la vejez es más corta que la distancia entre la adolescencia y la infancia? En segundo lugar, ¿acaso sería más suave la vejez si se viviera 800 años en vez 80? Por larga que haya sido la vida, ningún consuelo habría podido suavizar la necia vejez.
Siguiendo el antiguo proverbio "los iguales se reúnen habitualmente con sus iguales" frecuentemente he intervenido en debates sobre este asunto con mis pares. Cayo Salinator, Espurio Albino, casi de mi edad, hombres que habían sido cónsules, solían quejarse de que ya carecían de placeres, sin los cuales pensaban ellos la vida no tiene sentido. Además se sentían menospreciados por los que antes acostumbraban a halagarlos. En mi opinión, se quejaban de lo que no había razón para ello y no de lo que realmente debieran quejarse. Si esto sucediera por causa de la senectud, lo mismo me debería pasar a mí y al resto de los ancianos, a muchos de los cuales yo he conocido en su vejez sin ningún tipo de quejas. Muchos ancianos afirman que ellos se han apartado serenamente de los vínculos de los placeres y sin desprecio de los suyos. La causa de todas estas lamentaciones está en el carácter de cada uno, no en la edad. Ciertamente la impertinencia y la falta de humanidad molesta en todas las etapas de la vida. Los ancianos moderados llevan la vejez de una manera aceptable.
Ni siquiera el sabio puede afrontar la vejez de manera llevadera en medio de la más profunda indigencia, pero para el necio, aún en la suma abundancia, no deja de ser gravosa. Las armas defensivas de la vejez, Escipión y Lelio, son las artes y la puesta en práctica de las virtudes cultivadas a lo largo de la vida. Cuando has vivido mucho tiempo, producen frutos maravillosos. La conciencia de haber vivido honradamente y el recuerdo de las muchas acciones buenas realizadas, resulta muy satisfactorio en el último momento de la vida.
Yo, pensando en mí mismo, encuentro cuatro causas que agravan sobremanera la vejez:
primera, porque aparta de la gestión de todos los negocios. segunda, porque la salud se debilita. tercera, porque te priva de casi todos los placeres. cuarta, porque, al parecer, la muerte ya no está lejos.
Reflexionemos, si os parece bien, sobre cada una de estas causas y cuán injusta es cada una. La vejez aparta de la gestión de todos los negocios. ¿De cuáles? ¿De aquellos que se realizaron con el vigor y las fuerzas de la juventud? ¿Acaso no son también obras seniles las que se realizan con la fortaleza de la mente pero con el cuerpo enfermo? Nada prueban quienes afirman que la vejez no se desenvuelve en los negocios. Es como decir que el timonel no hace nada sujetando el timón, puesto que mientras él permanece sentado en popa, unos se encaraman en los mástiles, otros corren de aquí para allá, otros queman los desechos. Es verdad que no hace el trabajo que hacen los jóvenes, sin embargo el timonel hace cosas mejores y de más responsabilidad. Trabajo que no se realiza con la fuerza, velocidad o con la agilidad de su cuerpo, sino con el conocimiento, la competencia y autoridad.
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