sábado, 17 de noviembre de 2018

Utopías - Por Héctor Fuentes

La realidad es una noticia impresa a todo color en la primera plana de los diarios. Los titulares de los noticieros despachan en casa las desgracias del mundo. La radio dispara flashes informativos. Un amigo nos confiesa que la calle está dura. La danza que baila la fortuna se nos escapa entre los dedos. Buscamos la salida y nos chocamos contra una pared. Cuando finalmente cerramos los ojos para refugiarnos en la oscuridad, aparecen los sueños.
Cerrar para abrir. Hay un circuito que recomienza dentro nuestro. Un capullo que se teje desde la profundidad del alma. Un susurro descuidado que muta y se transforma en canción.
La correntada arrasa lo que encuentra a su paso. Es un segundo perfecto en donde el cielo y el mar se confunden. El cielo nos ayuda a mirar con claridad. El mar nos permite viajar a través del tiempo.
Las velas hinchan su barriga de viento. Los fieles maderos besan el agua. Estamos en viaje. Y el viaje despabila los sueños.
En ese devenir incierto nos acercamos hacia lo imposible.
Desembarcamos sobre las costas de una tierra recién nacida. Corremos hacia el horizonte para besarle los cabellos al crepúsculo. Tironeamos el vestido de la noche, desgarrando la claridad de la mañana. Hacemos nacer una boca enamorada de libertad. Sus palabras hablan de belleza, porque lo bello nace de la libertad.
El viejo muro ennegrecido queda oculto tras la enredadera. Más tarde le nacen flores. Y son cientos los pájaros que picotean sobre el sinfín de los colores.
En el aire hemos abierto un surco. En la tierra hemos sembrado una palabra. Los días y las noches se encadenan en un collar de piedras preciosas.
Sigilosamente hemos remontado una utopía. Para no dejarla caer tiramos del piolín como si fuera un barrilete. Allá arriba la esperan los relámpagos. Los furiosos ataques de un tornado, las estocadas traicioneras de la lluvia. Desde abajo tironeamos. Creemos. Nos entusiasmamos. Cada centímetro que le ganamos al aire es un triunfo. No es para menos. Hemos ascendido tanto que el barrilete es un punto diminuto en el poniente. Sobre su piel se fundieron nuestras risas, y con eso alcanza para conquistar el cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario