sábado, 17 de noviembre de 2018

“Contate un Cuento XI” - Ganadora de la Categoría A (jóvenes de 12 y 13 años): #081293 por Aixa Vilicich, alumna de 2 año del Colegio Santa Rosa de Lima

La lluvia seguía cayendo sin parar, formando charcos en la calle y en las veredas, empañando ventanas y mojando las hojas de las copas de viejos árboles. Los truenos tocaban una fuerte orquesta para el cielo y los rayos decoraban las oscuras nubes. Luego de varias horas de tormenta, la electricidad se había cortado en la gran casa que permanecía silenciosa y casi vacía ya que estaban Dana y Greta
  La joven Dana había quedado dependiendo de la débil luz de las velas que iluminaban únicamente la sala con un aire frío. Cubierta por mantas y libros, decidió que no había suficiente luz para seguir con su lectura. Tomó una vela y se dirigió hacia la cocina. Greta, la vieja ovejera alemán, ni se molestó en despertar. La jovencita volvió a la sala con dos velas más en su mano, las colocó sobre la mesa con cuidado y las prendió con el encendedor. Ahora, con más luz, siguió leyendo el viejo libro.
   Luego de unas horas que parecieron minutos para ella, Greta pidió comer sutilmente. Mientras  se alimentaba la joven paseaba por la gran casa, descalza con la compañía de la tenue luz de una vela que iluminaba el camino. Cuando pasó por la puerta de madera de la entrada suspiró pesadamente.
   Sus padres le habían prohibido abrir el paquete que iba a recibir a medianoche. Ellos se habían ido a una conferencia de doctores afuera de la ciudad durante el fin de semana y aunque les costó demasiado, se habían marchado el día anterior .Les había prometido mil y una vez que sus manos no iban a abrir el paquete bajo ninguna circunstancia. Con eso dicho, la dejaron con Greta y varios números de emergencias por si pasaba algo. Según ellos, el paquete tenía mucho dinero como parte del pago de un experimento. Dana dudó un poco sobre la honestidad de sus padres pero lo dejó pasar, después de todo, eran sus padres y nunca le podrían mentir ¿o sí?
  Volvió a la fría sala, donde estaba Greta relamiéndose. Dejó la vela en la mesa, derritiéndose. Dana se sentó en el piso junto a Greta, la cual aceptó sus mimos con placer. La ovejera se durmió a los pocos minutos de las caricias mientras que la joven luchaba consigo misma para mantener sus ojos verdes abiertos. Ahora los minutos parecían horas. Quería recibir el paquete para poder dormir tranquila.. Decidió intentar entretenerse con otro libro de la pila que se encontraba a su lado. Luego de leer dos capítulos, se rindió y sus ojos cedieron al cansancio. Se despertó alarmada luego de escuchar el ruido molesto del timbre retumbando en las paredes. Greta se despertó casi de inmediato y corrió hacia la puerta, ladrando, Dana se estiró y bostezó antes de atender la puerta. Caminó a oscuras con sus pies tocando el frío mármol hasta la puerta de entrada. Los ladridos de Greta resonaban en toda la casa, opacando la tormenta. Observó por la ventana junto a la puerta y solo notó entre la espesa lluvia una camioneta negra dejando su casa a toda velocidad. Miró el reloj de su teléfono y se dio cuenta que eran exactamente las doce de la noche. Abrió la puerta con Greta detrás suyo y solo vio un pequeño paquete apoyado en la alfombrita de la puerta. Lo tomó y  lo llevó a la mesa de la sala. El paquete estaba un tanto mojado pero no demasiado, había unas cuantas gotas sobre el papel marrón que lo envolvía, Se recostó en el sillón, se cubrió con unas mantas y cerró sus ojos. No quería pensar en el paquete demasiado porque sabía que la curiosidad la mataría y terminaría abriéndolo. Luego de excusas infinitas en su cabeza, se levantó decidida y rompió rápidamente el papel que lo cubría. Inmediatamente notó un sello raro en la parte superior de la caja descubierta, lo leyó con cuidado.
“Gobierno interno de la P.T.E.D”
Dudó en si de verdad debería seguir abriéndolo pero ya estaba abierto. De todos modos le podría decir a sus padres que había sido Greta, no le harían nada a la perra .Abrió la caja y pudo ver un frasco de medicamento. Estaba lleno de etiquetas que ni ella entendía. Las tomó y le sorprendió su semejanza con las vitaminas que tomaba desde que tenía memoria. Un escalofrió recorrió su cuerpo. Las dejó a un lado, verlas la estremecía completamente. Encontró un sobre pesado. Lo abrió y observó mucho dinero. Eran billetes de cien dólares pero había varios fajos de este, Dana le calculó unos veinte mil dólares. Dio vuelta el plástico que protegía el dinero y leyó el mensaje que decía detrás.
“Dinero para mantenimiento y gastos personales del experimento #081293, sus padres adoptivos, el Dr. y Dra. Vilanovik deben presentarse en sesenta días para el exterminio y autopsia del experimento. El dinero acordado seguirá siendo entregado en tiempo y forma mientras que el experimento no sea divulgado”

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