sábado, 31 de agosto de 2013

Defensa genial - Por B. FERNÁNDEZ DE VELASCO Y PIMENTEL.

Abogaba  el  elocuentísimo  Demóstenes  en  defensa  de un hombre que estaban para condenar a muerte, y al forzar su oración con autorizados textos del Derecho, que poseyó y maestreó, hizo reparo que los jueces se divertían hablando entre sí, y apartándose del principal asunto, encadenó un cuento, conciliando la atención: "Es el caso, señores, digno de reflexión, y acaeció así: Alquiló un aldeano a un pasajero un asno, salieron a la jornada juntos, el dueño a pie, y esotro en el jumento. Era en el estío, y hora de mediodía, fatigaba el sol; bajóse aquél a pie, acogiéndose a la sombra del jumento. Eso no, dijo el alquilador, que yo el jumento alquilé, no la sombra, y así apartaos y dejádmela. Eso no, replicó el otro, que si el asno no se puede apartar de la sombra, cuando yo pagué el alquiler, también pagué su sombra. He aquí armado el pleito entre las partes, y que van al tribunal con su querella..."
Estaban divertidos y silenciosos los ministros, curiosos de saber la sentencia de tal pleito; y el diestro orador, dando un golpe a la cátedra, exclamó enardecido:  "Oh, Senado Supremo, ¿que el despreciable litigio de un asno os merezca atención, y no la importancia de la vida de un hombre?" De que reconvenidos, o afrentados, enmendaron el yerro, y Demóstenes consiguió libertar al que defendía.

Extraído de "Deleite de la discreción"   Col. Austral, 1947

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