sábado, 24 de agosto de 2013

La serpiente que regalaba oro - Leyenda de autor anónimo



Estoy triste porque mi piedra preciosa se ha roto, y tú lamentas a tu hijo. ¿De dónde ha de venir el amor cuando el corazón está destrozado? Lector, cierra tu libro.
Una vez era una ciudad llamada Kanti, en la que reinaba el rey Kanayasen. En la casa de este rey iba y venía un brahmán muy sabio llamado Devdatt, que le leía al rey traducciones comentadas del Mahabarata y de los Puranas. Primero las leía en la soledad, luego ante el rey y su familia, y finalmente ante el rey, en presencia de toda la corte reunida. Así iban las cosas, cuando un día el brahmán se puso a leer solo en el jardín, con voz y canto melodiosos. En este jardín vivía una serpiente. Había en el jardín una sartén llena de oro y en ella habitaba la serpiente. Esta serpiente oyó la lectura,   la  voz  del  lector  y  su  canto  melódico.   Salió afuera y se puso a escuchar la lectura. Y sintiendo el encanto de la lectura, tomó una moneda de oro en su boca y la puso delante del lector. En seguida se volvió a su vivienda. Al otro día, el lector leyó ante la serpiente un trozo muy largo, cantándolo con voz armoniosa, y la serpiente volvió a poner ante el brahmán una moneda de oro. Desde entonces, el brahmán leía en aquel sitio todos los días por la mañana. Así sucedió que la serpiente se aficionó al lector más que a los demás hombres; al alejarse, le daba siempre una moneda de oro. Pero de esta historia nadie sabía una palabra sino sólo el brahmán lector. Así estaban las cosas, cuando vino un hermano de Devdatt a convidarlo, pues en su casa se celebraba una boda; su hermana que vivía en otro pueblo casaba a su hijo. Devdatt dijo: "No puedo ir. Tengo que leer ante el rey". Devdatt sentía, en efecto, el deseo de las monedas de oro y no iba por eso, pero no quería que nadie se enterara de la historia. Por esa razón dijo: "Lleva a tu cuñada y a tu sobrino. Yo no puedo ir". Pero el hermano se fue a ver al rey y le dijo: "Dad permiso a mi hermano". Y el rey le dijo a Devdatt: "Puedes irte". Entonces Devdatt que tenía un hijo de veinticinco años, muy instruido, se lo llevó consigo al jardín y le mandó que leyera en el lugar que se hallaba la serpiente. La serpiente se alegró; salió y se puso a su lado. El padre le dijo a su hijo: "No se lo cuentes a nadie. Haz una lectura diaria. La serpiente te dará siempre una moneda de oro. Pero que nadie sepa una palabra". Así lo amonestó, y la serpiente dio la moneda de oro. Devdatt se puso en camino con su familia y su hijo se quedó. Leía primero a la serpiente y después leía ante el rey. Pasaron así tres días. Entonces pensó el hijo del sabio en su corazón: "Me da siempre una moneda de oro. Esto significa que posee una gran sartén llena de monedas de oro. Voy a coger la sartén". Concibió este plan insensato y un día cogió un bastón, lo escondió debajo de la alfombra en que se sentaba, y comenzó su lectura. Al terminar ésta, la serpiente puso en el suelo la moneda de oro y disponíase a deslizarse hasta su vivienda, cuando el hijo del sabio alzó contra ella su bastón y le dio en la cabeza. Por efecto del golpe se rompió la piedra preciosa que en la cabeza llevaba la serpiente*. Ésta se puso furiosa, se volvió y mordió al hijo del sabio, y cuando le hubo mordido se arrastró hasta su vivienda. El hijo del brahmán murió de la mordedura. Diez días después, estaba de vuelta el sabio. Volvió a leer ante la serpiente y ésta entonces le gritó desde su vivienda la siguiente estrofa en sánscrito: "Estoy triste porque mi piedra preciosa se ha roto y tú lamentas a tu hijo. ¿De dónde ha de venir el amor cuando el corazón está destrozado? Lector, cierra tu libro".


*Es creencia en la India que la serpiente cobra lleva en la cabeza una piedra preciosa, que anula el efecto del veneno.

De Veinte cuentos de la India. Ed. Rev. de Occidente, Madrid, 1927.

DEL LIBRO DE LECTURA “ATALAYA” PARA 6º GRADO DE AZLOR Y CONDE MONTERO, AÑO 1957

1 comentario:

  1. He estado años y años buscando este libro que tuve en mis manos en la infancia. La frase inicial vivió treinta años o más en mi memoria. Gracias por compartirlo en este espacio.

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