Pupila de los bosques, oído siempre alerta,
destino inexorable del corderito bobo,
el lobo es un bandido sin ley: vive del robo,
y no valen rescates para su presa muerta.
Ocurre sin embargo que en la penumbra incierta,
acaso distraído de su sangriento arrobo,
cuajada de visiones su oscura alma de lobo,
tolera, indiferente, que el gamo se divierta.
Dijérase que entonces queda pensativo.
Le acosa la nostalgia de un pretérito esquivo,
ajeno a los recuerdos, como un sueño olvidado,
y aúlla, cual si viera sobre una blanca duna
la sombra misteriosa de algún antepasado
lamiendo sus cachorros al claro de la luna…
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