María, purificando la pechblenda y aislando el radio, ha inventado una técnica y creado un procedimiento de fabricación.
Ahora bien; desde que los efectos terapéuticos del radio han sido conocidos, se buscan por todas partes minerales radiactivos. Están en proyecto múltiples exploraciones en muchos países y especialmente en Bélgica y América. Pero las fábricas no podrán producir el "fabuloso metal" hasta que los ingenieros no conozcan el secreto de la preparación del radio puro.
Un domingo por la mañana, y en la casita del boulevard Kellermann, Pierre habla de todas estas cosas a su mujer. De pronto, el cartero les entregará una carta que llega de los Estados Unidos.
Es necesario que hablemos un poco de nuestro radio dice con tono apacible. Su industria va a tomar un incremento extraordinario. Esto es un hecho cierto. Aquí tienes una carta de Buffalo, en la que unos técnicos, deseosos de crear su explotación en América, nos ruegan que los documentemos...
- ¿Y qué?-contesta María, que no tiene mucho interés en la conversación.
Tenemos ante nosotros dos soluciones. Describir sin ninguna restricción los resultados de nuestras investigaciones, añadiendo los procedimientos de la purificación...
María tiene un gesto mecánico de aprobación y murmura: Sí, claro...
-O bien continúa Pierre, nos consideramos como los propietarios, los inventores del radio, y en ese caso, antes de publicar qué materias has tomado para tratar la pechblenda, sería necesario patentar esta técnica y asegurarnos los derechos sobre la fabricación del radio en el mundo.
Hace un esfuerzo para precisar de una manera objetiva la situación. No es culpa suya si, al pronunciar palabras que le son poco familiares: "patentar", "asegurar nuestros derechos", su voz adquiere una inflexión de menosprecio, apenas perceptible.
María reflexiona unos segundos. Y contesta:
-¡Imposible! ... Eso sería contrario al espíritu científico.
El grave rostro de Pierre se ilumina. Luego, conscientemente, insiste:
-También lo pienso yo..., pero no quiero que tomemos esa decisión a la ligera. Nuestra vida es muy dura, parece que está amenazada de serlo siempre. Tenemos una hija, acaso tendremos otros hijos. Para ellos y para nosotros, esa patente representaría mucho dinero, la riqueza. Sería asegurar la comida y la supresión de las necesidades...
Y cita aun, con una pequeña sonrisa, la única cosa a la cual le es doloroso renunciar:
-Podríamos tener también un buen laboratorio...
Los ojos de María se abren. Enjuicia serenamente la idea del beneficio y de la recompensa material. Repentinamente rechaza la idea y exclama:
-Los físicos publican siempre íntegramente sus investigaciones. Si nuestro descubrimiento tiene un porvenir comercial, es una casualidad de la cual no hemos de aprovecharnos. Además, el radio servirá para curar a los enfermos. Me parece imposible sacar de ello ningún beneficio.
No intenta inútilmente convencer a su marido. María adivina que habló de la patente sólo por un escrúpulo natural. Las palabras que ha pronunciado con entereza y seguridad exponen su sentimiento, el sentimiento de los dos, su infalible concepción del papel del sabio en el mundo.
En medio del silencio, Pierre repite, como un eco, la frase de María:
-No... Sería contrario al espíritu científico.
Pierre se ha tranquilizado, y añade como si arreglara una cuestión de detalle:
-Esta noche escribiré a los ingenieros americanos, dándoles los datos que solicitan.
De acuerdo conmigo escribirá María, veinte años más tarde, Pierre Curie renunció a sacar provecho material del descubrimiento. No patentamos nada a nuestro favor y publicamos sin reserva alguna los resultados de nuestras investigaciones, así como los procedimientos de preparación del radio. Además, hemos dado a los interesados toda clase de noticias solicitadas. Ha sido un bien para la industria del radio, la cual ha podido desarrollarse en completa libertad, primero en Francia, luego, en el mundo, procurando a los sabios y a los médicos los productos que necesitaban. Esta industria utiliza todavía en el día de hoy, casi sin modificarlos, los procedimientos que nosotros indicamos.
...La Buffalo Society of Natural Sciences me ofreció, en recuerdo, una publicación, relativa al desarrollo de la industria del radio en los Estados Unidos, acompañada de las reproducciones fotográficas de las cartas en las cuales Pierre Curie había contestado de la manera más completa a los problemas planteados por los ingenieros americanos (1902 y 1903).
Quince minutos después de esa breve conversación, cruzada un domingo por la mañana, los Curie atravesaban sobre sus queridas bicicletas la puerta de la barrera de Gentilly, y pedaleando a buena marcha, se dirigían hacia el bosque de Clamart.
Han escogido, para toda la vida, entre la pobreza y la fortuna. Por la noche llegaban fatigados, con las manos llenas de hojarasca y ramilletes de flores silvestres.
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