a proteger mi casa, ni aquel nido
que fuera entre tus gajos bienvenido.
No volverán tus formas majestuosas
a elevarse a los cielos venturosas
ni sonarán los trinos en mi oído:
árbol coloso... un Hércules vencido.
Para siempre tus curvas más frondosas
dejarán de acercarse a las estrellas.
El viento cercenó con sus quejidos
la vida que en tu tronco alzó sus huellas.
Aunque el tiempo me robe los sentidos
yo nunca olvidaré tus ramas bellas
y aquello que hasta el fin nos tuvo unidos.
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