Nosotros, los románticos sin chapa y sin tarjeta,
descendemos por las luces en secreto,
saboteamos los bolilleros de la vida
para no rendir cordura, y manchamos con tinta de recuerdos
los ladrillos de todas las esquinas.
Nosotros, los románticos imperfectos,
guardamos los silencios del otoño
en cajitas de música sin bailarinas ni cuerda,
junto al rocío caído en una plaza de lunes sin niños.
Nosotros, los románticos de espina en la solapa,
reímos a escondidas en alguna calesita abandonada,
y lloramos sin que nadie nos vea
en los patios de baldosas cuadradas,
con el cuello apuntando a la luna.
Nosotros, los románticos sin capa y sin espada,
con vanas pretensiones de poeta,
garabateamos pretenciosos, febriles e inconclusos poemas
para nuestra reina de amor casi imposible.
Nosotros, los románticos sin retorno,
coleccionamos sombras y sueños,
espejos con sonrisas y jazmines tibios,
y no dudamos en trepar por la lluvia para verla a ella,
hasta que el sol nos seca, una a una,
las ropas del alma.
Me encantó.
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