Crepúsculo pampeano.
Mar de hierbas sobre ondulante suelo.
Cruza a caballo la llanura un hombre
que lleva como estigma el desaliento.
La honda pena le nubla la mirada
mientras, en un letargo,
las añoranzas vuelven .
El desborde del río,
cuando las aguas mansas
se volvieron fieras.
Una vez más, en lucha estéril, desigual,
ellas ganaron.
De aquello que antes tuvo, nada queda.
Sólo ese viejo zaino enflaquecido.
compañero de angustias y de leguas.
Ha visto cerrarse todos los caminos.
Ha soportado cien embates cruentos.
Hoy, parece llevar sobre sus hombros
todo el cansancio de los siglos muertos.
Se detiene. Levanta la cabeza.
Sobre un poste, aun en la inclemencia,
un pájaro albañil su vivienda construye.
Renace la esperanza. Resucita la fe.
Empezará de nuevo.
Mira a lo lejos. Su frontera está allí,
donde el cielo se une con la tierra.
Al llegar la noche, sigue adelante
retomando el rumbo,
el mismo que señalan las estrellas.
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