sábado, 30 de abril de 2016

EL ÚLTIMO ESCLAVO Por Manuel Serafín Pichardo

Recia espalda y anchurosa,
Corta frente, cuerpo bajo,
Y la pasa entrecanosa
Como gris espumarajo.

Tez abrupta, sin perfil,
Cual escamoso terrón
Donde blanquea el marfil
en la grieta del carbón.

Vino en un barco negrero,
Del África occidental,
Y le atezó más el fiero
Toque del sol tropical.

Cual profundos arponazos,
De la esclavitud testigos,
Muestra en tobillos y brazos
Las huellas de sus castigos.

Sin encono y sin piedad,
Cuando el cubano guerreaba,
Peleó por la libertad,
Sin saber por qué peleaba.

Y concluida la guerra,
Premiado con el desvío,
Y echado sobre la tierra
A la puerta del bohío,

Mientras tuerce a su manera
La vitela de un habano,
Y del café en la caldera
Tuesta el oloroso grano,

Desfilan ante sus ojos,
Por la vejez azulados,
Cual nostálgicos despojos
De tiempos nunca olvidados,

El verde cañaveral,
El trapiche y el batey,
Su verdugo: el mayoral,
Y su compañero: el buey,

Su tambor y sus verduras,
Su conuco y su machete,
Del cepo las herraduras
Y el herraje del grillete;

Sin que, en su antiguo gozar,
Nuevamente su alma vibre,
Y sin saberse explicar
¡La ventura de ser libre!

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