Se duerme bajo el sol de la llanura
el cuerpo del abuelo campesino,
y el mugir del ganado en el camino
se arrima a su morada con ternura.
Arriba, en el ciprés el mismo trino
de la calandria a veces le murmura
que lo eterno de Dios no tiene altura
si al corazón le toca el son divino.
Y la tierra, esa tierra que lo viera
con el canto del gallo mañanero,
ya en juglar, ya en raíz de ganadero,
lo vuelve a su quietud esperanzada,
mientras el cuerpo yace en la madera,
mientras el alma vuela enamorada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario