Orgulloso hasta las nubes
Te elevas, la vid decía
Al abeto cierto día,
Mas sin gracia y recto subes.
Aspira el soplo del aura
A tu sombra el caminante,
Mas sus fuerzas lo bastante
Mi zumo en breve restaura.
En el otoño el contento
Soy del hombre en su mansión,
Y reanimo el corazón
Del anciano macilento.
Dijo la vid, y un suspiro
El mudo abeto lanzó.
—Es verdad, le contestó;
Tus cualidades admiro.
Mas la paz que en dar no tardo
A aquel cuya vida es triste,
Nunca dársela pudiste:
¡En su ataúd yo le guardo!
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