Cuando el estruendo del festín resuena
En torno de la mesa regalada,
Y entre las ondas del quemado aroma
El rumor de los brindis se levanta,
¡Acuérdate de aquellos
Que a los umbrales de la puerta llaman!
Cuando, en el día de tus padres, gires
En el salón de la revuelta danza,
Y dejes, al pasar, enternecido
El beso de tu amor entre sus canas,
¡Acuérdate de aquellos
Que sólo al borde de su tumba pasan!
Cuando el concierto de armonioso canto
Te arrulle con su música inspirada,
Y el lujo y el fulgor y la alegría
Doblen el espectáculo que embarga
¡Acuérdate de aquellos
Que sólo el. ay de los pesares cantan.
Cuando en las horas de la negra noche
Contra tus muros la tormenta brama,
Mientras en lecho de mullida ropa
Junto a los hijos de tu amor descansas,
¡Acuérdate de aquéllos
Que al solo amparo de los cielos andan!
Y cuando el rayo del albor primero
Entre por el cristal de tu ventana
A encender, bajo el párpado que duerme
El fuego de la vida en tu mirada,
¡Acuérdate de aquellos
Que no despiertan más en la mañana!
¡Ah! piensa que el Señor no puso en vano
Un rayo de piedad dentro del alma,
Y sobre el cielo de la tierra triste.
El sempiterno hogar de la esperanza!. .
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