Vosotros que os amáis bajo la lluvia,
vosotros, dulces amantes
ciegos de amor, casi dolientes,
hundidos en vuestro sueño
como en un tenue pantano de lirios
vais afirmando la eternidad de la belleza.
Qué hermoso es que no oigáis
el canto de los pájaros entre las hojas sobre vuestras cabezas
y que la lluvia sea en vuestro alucinamiento
sólo un agua de estrellas.
Todo en vosotros es luz naciente y savia,
una humedad que sube de la tierra
y os cubre de musgo
hasta volveros suave naturaleza enamorada.
Los pájaros cantan en la lluvia
ajenos a vuestro amor
y sobre vuestros cabellos mojados
las hojas caen como desde una corona rota.
Sólo vosotros estáis prolongando la vida,
la abierta vida que fluye de los besos
como una fruta celeste y carnosa;
sólo vosotros festejáis la entrega del almíbar
y del polen a los dedos del viento;
de vuestro amor el vino viene lleno de toros
furiosos y cristalinos;
de lo que vosotros construís en este instante
nos nutrimos sedientos;
por vosotros, amantes,
por vuestro celeste choque,
por vuestro arrebatado incendio triste
las lágrimas son duros crisantemos en nosotros.
Amantes, ciegos amantes de la lluvia.
Nuestra pena cae a vuestros pies
Como muchas hojas húmedas.
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