domingo, 11 de septiembre de 2016

MOZAS DE CÁNTARO Por Luis Franco

La mansedumbre amorosa del ala del palomo
la del largo crepúsculo. El agua de la acequia
ahora canturrea más clara. El cinamomo
con su aroma antiquísimo y religioso obsequia.

Las lentas aguadoras han llegado a la acequia.

Y cada cual su cántaro bruno o bermejo llena
tapándole la boca con follaje, sin prisa.
La acequia está olorosa de menta y hierbabuena.
Y el pintoresco grupo dice entre risa y risa
sus bromas y sus chismes. Fluye el agua de prisa.

Y poniendo un rodete de trapo en la cabeza,
alzan, corona fresca, la tinaja cantante.
Y vuelven al camino. Con donosa destreza,
muchas de ellas, llevando las manos adelante,

hacen girar el huso, ligero y susurrante.

El esfuerzo del cántaro da relieve a los pechos.
Brillan los ojos zarcos y los ojos oscuros;
las curvas de los cuerpos y de la senda, a trechos
se confunden en besos armoniosos y puros.

Del cántaro hermanitos menores son los pechos.

Se ven piernas morenas y se ven piernas blancas,
y tobillos desnudos, así como en un friso.
Algunas trenzas rozan las ancas. Y las ancas
se mueven con un ritmo preciso e impreciso.

El desfile es tan puro que se dijera un friso.

Mansedumbre amorosa del ala del palomo,
la del largo crepúsculo. El agua de la acequia
ahora canturrea más clara. Un cinamomo
con su aroma antiquísimo y religioso obsequia.
Las lentas aguadoras retornan de la acequia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario