Embrión de noche templada,
El viento, vino a mi almohada.
Me dijo que qué quería,
le dije que una gacela
de cintura suave y cálida.
Que me diera de sus pechos
tibia leche dulce y blanca.
Que tuviera sus cabellos
el olor de las montañas
y sus ojos el misterio,
del rocío y alborada.
La penumbra solitaria
rompió su puente de sueño
con la luz de la mañana;
y afanoso desde entonces,
anda buscando mi viento
vírgenes de seda cálida
por los altos torreones
de las altas atalayas.
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