-Amiga mía, mira el cielo:
no he bebido ni una sola estrella...
Cuéntalas, ninguna falta, pues mis labios
jamás han probado una.
El sol y la luna nunca fueron de mi agrado;
ni siquiera las altas montañas ni los profundos mares
tentaron mi apetito.
Los bosques y las ciudades me han sido indiferentes
y aún el pastoso árbol y la mínima alimaña
pasado por mi boca.
-Entonces, ¿de qué te alimentas?
-De noche bebo el vacío.
Ese inmenso vacío donde las galaxias
han abandonado sus fantasmas para siempre.
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