La tiniebla está hecha con plumas negras de corazones en pugna,
poemas alados que nadan sobre los reflejos del mundo,
sensual danza que viene a mi encuentro,
cisne negro.
El cisne negro es la sombra de las manos que cortaron a un poeta,
Los ojos vigilantes de las revoluciones que nunca acaban,
el nudo que hay entre mi inquietud y la calma,
mi trayecto.
El trayecto aparece en la noche dibujado con pico incandescente
como un sol de movimiento inconstante y perezoso,
huellas en la roca y un sendero de retorno.
Y despertar.
El despertar escupe mi cuerpo en algún lugar cotidiano y templado,
mientras los seres mágicos se esconden tras su largo cuello.
Las pupilas del ave quedan en mi recuerdo:
la poesía.
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