Soy una chica común pero según algunos de mis compañeros, no es así.
Me llamo Jazmín y voy a 2do año del secundario…y esta es mi historia.
Vivo en una ciudad de BuenosAires. En una casa pequeña, con mis padres y mi hermanito menor, Ignacio. Mi habitación está separada de la de mi hermano, pero parece que fuera la suya…¡Siempre entra y sale cuando se le antoja…sin preocuparse por mi intimidad…! Muchas veces pienso…”Qué lindo sería ser hija única…”
A pesar de todo esto, en mi casa me va un poco mejor que en la escuela…
Empecé en el secundario el año pasado, pero siento que fue hoy. Todos mis compañeros, parece que no me conocieran…a las chicas les parezco muy extraña porque mis pensamientos sobre temas como el racismo y el bulling es muy distinto al de ellas…Para ellas es normal reírse de otros chicos o tratar con un racismo insoportable a la gente que vemos por la calle.
Hoy tuvimos clases de informática. Carla (la chica más popular de mi aula…como dirían en las series de televisión) le subió el volumen al parlante de la computadora de Raúl, un chico que usa audífonos desde la primaria. Cuando abrió el archivo de música, se escuchó un estruendo tan fuerte que Raúl estuvo un buen rato con las manos sobre sus oídos y la cabeza entre sus piernas…hamacándose…como para calmar el dolor…y ellas lo filmaban y se reían a más no poder…
Me sentí tan impotente…traté de llegar a Raúl, pero las amigas de Carla me frenaron y me amenazaron…¡Ojo…vos tenés un hermanito chiquito no!...me quedé dura y con una bronca que me saltaba por los ojos.
Esa noche soñé…y en mi sueño reviví lo que había pasado en la escuela…pero era como que veía todo por un televisor…y que, a la vez, podía meter mi mano y cambiar todo lo que había pasado...¡Era genial!
“A Carla la llevé hasta lo más lejos del salón y no llegó a tocar el volumen del parlante, y cuando Raúl puso el archivo de música sonó tan bien que todos nos pusimos a cantar y bailar…hasta Carla se enganchó.”
Al otro día, me levanté con una sonrisa justiciera…pero que poco a poco se fue borrando porque recordé lo que realmente había pasado el día anterior…y el anterior…y el anterior….sentía que mi corazón poco a poco se iba opacando como el de muchos…¿Tan difícil era hacer algo?
Cuando llegué a la escuela me dediqué a observar…el patio se dividía en sectores muy pequeños y oscuros que rodeaban a un gran centro de una energía sombría pero fuerte a la vez. Los sectores pequeños los ocupaban las víctimas de Carla y su grupo (entre ellos yo); el centro maligno era la mismísima Carla y su grupo…un montón de risas huecas y vacías con ojos zigzagueantes y voces susurrantes…
Entonces recordé mi sueño…y pensé que quizá aparecía una gran mano invisible que suavemente iba empujando, animando, juntando a los sectores pequeños del patio. Y me vi haciéndolo. Entonces me di cuenta que yo era esa mano…y que no era invisible.
Todos los días, de a poco, aun soportando las injustas situaciones diarias, me acerqué, reuní, animé a los chicos y chicas a que armáramos un grupo de sueños compartidos…sueños que nos llevaran a volar más allá de las bromas pesadas, más allá de las imperfecciones, discapacidades, fealdades que Carla y su grupo veían en nosotros.
Y entonces nos reímos con ellos…y también nos hacíamos bromas porque esos hermosos sueños que compartíamos todos los días nos hicieron una coraza tan fuerte que los insultos resbalaban o se desarmaban como un meteorito en la atmósfera…Porque eran sueños con futuro…un futuro de amor, amistad, libertad donde todos teníamos las mismas oportunidades. La oportunidad de vivir la vida que soñamos y elegimos.
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