Había una vez un pueblo que se lo conocía como el pueblo de la vieja casona. Esta casona, se encontraba en medio de un bosque muy hermoso, lo único feo para los habitantes de allí, era el misterio que les daba “la vieja casona”.
Fue la primera en construirse en ese lugar y siempre estuvo rodeada por una cerca muy descuidada, al igual que la casona. Nunca nadie vio entrar o salir gente de allí, pero era un gran misterio.
Por las noches se encendían luces y por eso, los vecinos decían que en esa casona vivía un fantasma. Esto daba un poco de miedo y curiosidad y a cada persona que o visitante que llegaba al pueblo, por costumbre se le decía “No se acerquen a la casona, allí habita un ser desconocido, un fantasma…”.
Un día a este pueblo llega Romeo, un chico de unos 13 años, por supuesto que lo primero que su familia escucha de los lugareños “¡Tengan cuidado con el fantasma de la vieja casona! Nada nuevo, lo que le decían a todo el mundo.
Romeo se sintió atraído por esa casona y entonces decide escaparse, sin permiso de sus padres, para entrar a esa vieja casona que tanta curiosidad le daba. A él le intrigaba saber si era verdad que los fantasmas existían.
Al entrar al lugar, todo era hermosura, un gran jardín lleno de flores y pisar el pasto, mágicamente, entre los árboles, aparece un anciano que se llamaba Antonio. Este viejecito, quien al ver al joven se sorprendió, le dijo:
¡Por fin alguien ha venido a visitarme!
Romeo, sin salir de su asombro le dice:
¿Tú vives aquí? ¿Por qué nadie sabe de ti? ¿Nunca has salido?
El anciano lo mira y dice que no con su cabeza. Tranquilamente le cuenta:
¡No me hace falta salir de aquí niño! Acá tengo todo lo que necesito y me hace feliz, un bello jardín, mis flores y los más bellos recuerdos de mi juventud
Romeo lo mira atento, no puede creer que el fantasma de la vieja casona sea un hombre tan bueno como Antonio.
Hoy es mi cumpleaños- dice el anciano- y he preparado un pastel, me gustaría que te quedaras a compartirlo conmigo ya que hace tantos años que nadie me visita.
El niño acepta la invitación y le propone al anciano que sean amigos, así cuando lo deseen podrían hacerse compañía. Y de esta manera nace una hermosa amistad entre el Antonio y Romeo.
Es hora de irme Antonio- dice el joven- mis padres no saben dónde estoy. Pronto volveré a visitarte. El anciano muy contento lo despide con la mano. Romeo avanza hacia la vereda y cuando sube al cemento, se da cuenta que Antonio ha desaparecido… en ese momento nota que sólo lo ve cuando sus pies tocan el pasto del bello jardín…
El joven se queda pensando y se pregunta ¿existe el fantasma de la vieja casona?... quien sabe… es un secreto que deberá mantener. ¿Antonio es un ser imaginario? Tendrá que volver a pisar el jardín para averiguarlo.
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