Era un pueblo muy, muy aburrido, triste y nublado. Todas las personas que vivían allí, pero sobre todo los niños, nunca dejaban de mirar televisión, ni de jugar con los videojuegos, ni de usar y usar los celulares…
Daniela era una niña distinta a todos los demás. A ella le molestaban mucho todos esos juegos con pantallas brillantes y con imágenes que siempre cambiaban. Le parecía mucho más divertido leer cuentos, novelas, poesías…y lo que más le gustaba era leerlos afuera de su casa, al pie de la sierra, debajo de un majestuoso y frondoso árbol.
Cuando Daniela comenzaba a leer, era su momento de felicidad. La lectura la transportaba a lugares fabulosos…un día era la princesa dorada del sol…al otro día era la enfermera de los animales del bosque o el pirata dueño de un tesoro…
Poco a poco, Daniela se fue dando cuenta que cuando leía pasaban cosas maravillosas…el árbol se iluminaba con una cálida luz blanca, los animalitos de la sierra se acercaban a escucharla y el cielo se despejaba.
Un día, Daniela pensó que de la misma manera que el árbol y los animales del bosque se sentían felices al escuchar los cuentos, también sus amigos podrían sentirse así y volverían a sonreír y todo se iluminaría…
Reunió a sus amigos en la plaza y con un poco de nervios, pero muy contenta, les contó lo que le pasaba…del árbol y cómo lo envolvía la luz blanca…de los animalitos que nunca había visto tan cerca…pero, sobre todo, del cielo despejado y de los lugares que recorría con su imaginación cuando leía…
¡Cómo soltaron la carcajada! “¡Estás loca-le decían- nunca cambiaríamos los videojuegos por un libro…”
Una tarde, la siguieron a escondidas hasta el árbol al pie de la sierra…la observaron y cuando Daniela empezó a leer los chicos salieron de su escondite. Comenzaron a burlarse…le quitaron el libro y comenzaron a arrancar sus hojas….
Daniela sintió que una gran tristeza la invadía…recogió las hojas tiradas, levantó su tan querido libro de cuentos y volvió a su casa…y allí se quedó, triste y sola…y no volvió al árbol…
Luego de lo ocurrido, los chicos decidieron volver al pie de la sierra donde Daniela leía sus libros y lo que vieron los impactó…el majestuoso árbol estaba muriendo. Las nubes habían vuelto a cubrir el cielo y no había rastros de animales por el lugar…todo estaba desierto.
Entonces se dieron cuenta de lo que les decía Daniela, tuvieron una idea y decidieron actuar.
Al otro día Daniela se levantó, triste aún por lo ocurrido y vio una carta arriba de la mesa de la cocina que tenía su nombre. Al leerla se sorprendió…una nota decía que debía dirigirse al árbol al pie de la sierra…
No aguantó un minuto más…corrió hasta el árbol y cuando llegó encontró a sus amigos…¡con el libro de cuentos arreglado!
Abrazó su libro y luego agradeció a sus amigos. “- ¡Queremos que nos leas un cuento Daniela! - le pidieron”- Nosotros también queremos imaginar lugares distintos, y ser felices como vos.
Daniela se sentó al pie de su hermoso árbol y todos la rodearon escuchándola sin perderse una palabra…y vieron como la luz cálida y blanca llegaba y las nubes comenzaban a correrse, dejando ver el cielo azul.
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