Un valentón de espátula y gregüesco,
que a la muerte mil vidas sacrifica,
cansado del oficio de la pica,
mas no del ejercicio picaresco,
retorciendo el mostacho soldadesco,
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica,
y en el nombre de Dios pidió refresco.
«¡ Den ustedes, por Dios, a mi pobreza;
les dice-; donde no, por ocho santos,
que haré lo que hacer suelo sin tardanza!
Mas uno, que a sacar la espada empieza
-¿Con quién habla?le dice al tiracantos
¡Cuerpo de Dios con él y su crianza!
Si limosna no alcanza,
¿qué es lo que suele hacer en tal querella?
Respondió el bravucón: “¡Irme sin ella!”
Me recuerda a alguien cercano pero no acabo de centrarlo.
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