La poesía en sí un don contradictorio;
un fruto que se nutre de los ríos clandestinos
que recorren el suelo del desierto.
No es un fruto creado para alimentar el alma
sino para vaciarla,
y haciéndola extranjera de sí misma
llenarla del olvido necesario
para convencer a cualquier hombre
de que él es el escritor de la poesía.
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