La vida que he vivido, se reduce
a puertas cerradas y ventanas destrozadas,
a casas sin más huéspedes que la soledad, la tristeza y el olvido,
a muertos que nacen
y vuelven a morir ante tal desconcierto.
La vida que he vivido, se duerme
en las entrañas de un árbol seco,
en las manos destrozadas
de los hombres y mujeres
que cultivaron estos campos,
en los llantos de los niños que no crecieron.
La vida que he vivido, se pierde
entre las hojas que arrastra el viento,
entre las huellas que borra el tiempo,
entre la pálida sonrisa
de lo que llega a su fin.
La vida que he vivido
se reduce, se duerme, se pierde
y yo dócil
me quedo sin hacer nada.
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