La mañana es clara, como si alguien
diluyera témpera en el cielo.
¡Qué cielo azul de porcelana!
¡Qué sol sencillo!
Pero bajo la densa sombra
alguien apura el último charco de la noche;
un pequeño sorbo lleno de estrellas que se bebe
como se bebe el llanto.
¿En qué rincón descansará aquel triste bebedor tan necesario
para que la luna salga y la noche nos devuelva
las estrellas?
¡Hay tanto cielo donde la luz no llega!
¡Donde aquel hombre bebe el tiempo,
tu tiempo, mi tiempo, el tiempo de la muerte y el sepulcro
para que la vida
no se detenga!
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