curioso ante la vida, solo contra la muerte,
esperando sin miedo los golpes de la suerte,
vive tranquilo el hombre sus años más floridos.
No lo vence la pena por los días ya idos
ni hay llanto que lo trabe ni duelo que lo alerte:
tampoco su coraje se inmuta ante lo inerte
ni lo afecta el recuerdo de los goces perdidos.
Mucho después, cansado, con el alma ya ciega,
dejará silencioso su lugar en la brega
con pasitos furtivos como de caracol...
Sin darse por vencido se dirá: - ¡Fui un valiente!
Pero quienes lo vean lo creerán solamente
un mendigo buscando su moneda de sol.
De "La Prensa", 1968
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