La tarde se muere...
Respira la brisa
un triste perfume
de rosas marchitas.
La enferma sentada
al balcón, se mira
las pálidas manos,
exangües y finas.
Y al sol, en la nieve
de sus dedos brilla
el rubí de una
dorada sortija.
Florece en sus labios
amarga sonrisa,
y una leve lágrima
tiembla y se desliza
lenta por las pálidas
y enfermas mejillas.
La tarde se muere...
Respira la brisa
un triste perfume
de rosas marchitas.
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