sábado, 7 de julio de 2018

A Jesu-Cristo Por Nicolás Guillén

La rosa del amor y del consuelo
floreció, esplendorosa, entre tu mano
y a tu acento, el dios rudo del pagano
cubrió sus desnudeces con un velo.
                                                         
De la existencia en el mortal desvelo
fuiste un rayo de luz sobre lo humano
y en el lodo podrido del pantano
tu piedad derramó flores del cielo.

Alumbró tu pupila santa y buena
la noche del dolor y de la pena;
secaste llantos, disipaste dudas,

bajaste de la vida a lo profundo
¡y al fin hallaste la maldad del mundo
en el rastrero corazón de Judas!

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