Ese día no me lo olvido más. Me acuerdo de estar
abrazándonos todos los chicos, sin necesidad de sentir dolor por el otro porque
cada uno tenía el propio, con el alma rota, el corazón destrozado y los ojos
hinchados, resultado de haber llorado horas y horas sin parar. Un chico como yo
jamás se hubiera imaginado tener que vivir una desgracia como ésta.
Ese
velorio. Ese día soleado, pero gris de angustia. Los rayos del sol que
quemaban, pero al tacto eran fríos y
sensibles sobre la piel. La muerte de mi mejor amigo, de mi hermano, mi
compañero incondicional. Sólo pensaba en cómo la vida había sido tan injusta,
con él, conmigo, con su familia, con
su hermana, con sus papás.
Todos desconsolados en busca de
respuestas, esperando recibir la noticia, que todo era mentira, que ese
accidente no era real, que él seguía con nosotros, jugando un partido, tomando
mates después de entrenar o mirando pelis con Cami y conmigo. Ahora ella estaba
sola, asustada, perdida en el sufrimiento por tener que despedirse de su
hermano mayor, el que la había cuidado siempre, desde el primer día. Eran
inseparables; dos en uno.
La noche
después de la muerte me acuerdo de estar tirado en la cama, pensando sin parar
en Nico. Me preocupaba qué fuera a hacer yo sin él. Amigos desde sala de 3 y 15
años de amistad, eso no se podía borrar y soltar de un día para el otro.
A las
semanas empecé a tratarme con una psicóloga que me hizo muy bien. Nico ya no
era un recuerdo horrible y trágico, sino una persona que iba a recordar con una
sonrisa. También me sumergí en la música. Se me hizo como un refugio llegar de
la escuela y tomar la guitarra; a menos que tuviéramos Educación Física no la
soltaba.
Las
terapias me habían dado un empujón enorme para salir adelante, pero obviamente
había una parte que no alcanzaba nunca a sanar. Me lastimaba saber que Cami ya
no contaba con la figura que le significaba su hermano, y verla salir del
colegio sola todos los días me partía el alma. Por eso fue que me volví a
acercar a ella, porque sé que si Nico hubiera estado acá, ahora, me pediría que
la cuidara. Muchos hermanos mayores detestan que sus amigos, incluso, hablen de
su hermana, pero este no era el caso. El solía decirme que si le pasaba algo
quería que yo estuviera ahí con ella, pero ¿quién hubiera pensado que una
tragedia iba a cruzarse en nuestras vidas? Nadie. Uno nunca piensa en que
mañana te podés levantar y quizás alguien que ames ya no esté. Por eso siempre
lo tomé como en broma. Ahora ya no nos estábamos riendo, así que me tocó ocupar
ese lugar .Con Camí teníamos una buena relación por lo que no fue tan difícil
buscarla.
Un
viernes, la esperé a la salida del colegio. Me pasó por al lado, me saludó con
el mismo "adiós" de cada vez que me veía y siguió de largo hasta que
levanté un poco la voz para decirle que se acercara. Caminó indecisa hasta el
escalón donde estaba sentado y me miró esperando que algo saliera de mi boca.
Un poco nervioso porque no hablábamos desde la semana siguiente a la muerte de
Nico, le pregunté si no quería acompañarme a casa y tomar unos mates, no
obstante me devolvió una expresión negativa. Me pareció raro porque Cami jamás
rechazaba unos mates con nadie, pero decidí darle su espacio. A lo mejor no era
el momento y no estaba lista para enfrentar los recuerdos del pasado.
En la
sesión con la psicóloga le comenté lo del viernes y me dijo que era lo indicado
darle tiempo, pero que no creía que el hecho le hubiera dado igual, sino que
seguramente estaba extrañada con mi intervención y que era probable que ahora,
estuviera cruzándose por su cabeza y
esperando alguna explicación.
Luego de esa charla, me quedé varias noches desvelado
pensando en qué hacer con Camila y cómo. Por fin, recurrí a mis instintos y
pasé por la casa de Nicolás. Si era duro para mí, no me quería imaginar lo que
sería para su familia.
Las manos
transpiradas del miedo y la incertidumbre palmearon para que alguien me abriera
la puerta. De repente, mis ojos miraban
al papá de mi mejor amigo. Su cara pasó a expresar unas cinco emociones en
menos de diez segundos: primero sorpresa, después confusión, alegría, cariño y
una vez más, confusión. Entonces me
abrazó y me dijo lo contento y asombrado que estaba de verme ahí.
Nos
sentamos en el sillón donde solíamos pasar Nico y yo tardes enteras y
conversamos del transcurso de mi último tiempo. Entonces, le pregunté por
Camila. Por lo que me dijo, ella estaba haciendo un informe para el colegio
(típico de su parte, de una chica responsable, inteligente y aplicada) pero de
igual manera me llevó a su habitación. Toqué la puerta que permanecía cerrada y
pregunté si podía pasar.
La hermana
de mi amigo me abrió la puerta. Muy tranquila, me miró, sonó un cálido “no
esperaba verte por acá” y me hizo
pasar. Me senté en el borde de la cama. Antes de poder explicarle mi presencia
me interrumpió, se disculpó por no aceptar mi invitación del viernes y se
anticipó a explicarme que ése no había sido un buen día y que necesitaba volver
a su casa. Después de que terminara empecé a resumir mi parte:
-Cuando se fue Nico también se fue una parte de mí con él,
no sabía cómo seguir; fui a la psicóloga, pase días completos encerrado, con la
guitarra, en silencio. Verte todos los días destrozada, volverte sola y no
tener salidas como cualquier adolescente me daba impotencia. Siempre fuiste una
con tu hermano y conmigo, y no hacer nada por vos era volverme indiferente a
Nico, a vos y a tus papás. Nunca le haría eso a mi mejor amigo, así que si no
te molesta me tomé el atrevimiento de devolvernos nuestra vieja relación.
No se
contuvo ni dos segundos para abrazarme. Le devolví la expresión con más fuerza
y me contestó, antes de soltarme, que me extrañaba y que estaba muy agradecida
con el gesto.
A partir
de ese día los dos nos unimos más que nunca; vernos ya era costumbre por lo
menos una vez a la semana. Siempre hacíamos planes distintos, y el que no
podíamos evitar repetir era el de visitar el silencio y la calma de los
atardeceres en el borde del río, donde la ciudad se asomaba paulatinamente a la
oscuridad de la noche y a la luz de la luna. Pero lo que hacía al momento más
especial era la compañía de la guitarra y la voz de Camila resonando en cada
melodía. Sentí que estaba recomponiéndome, sanando, y que era algo que hacíamos
mutuamente, dejando que cada pedazo de mí que daba por perdido, volviera a su
lugar.
Y fue entonces cuando me di cuenta que el amor
que sentía por la hermana de mi mejor amigo, ya no tenía que ver con sólo ir en
busca de su paz . Había algo más que, después de tanta tristeza, parecía
devolverme la felicidad. Me había enamorado de la última persona que hubiera
imaginado y estaba siendo verdaderamente increíble.
Cuando me
di cuenta ya estábamos transitando la última semana de clases. Con Cami
quisimos cerrar el ciclo de mi último año regalándonos un buen festejo. La idea
consistía en vernos a la salida de mi última jornada escolar, de la que
aliviado me iba a despedir, (después de la muerte de Nico no logré formar
ningún vínculo), almorzar en mi casa y desde ahí encaminarnos al muelle a pie.
Nos
sentamos a descansar sobre las últimas tablas de madera antes del río. Nos
dedicamos a intercambiar anécdotas, historias y cualquier tema que surgía en el
momento, en medio de algún recuerdo con Nicolás. Mezclamos nuestras risas hasta
cansarnos y cuando fue así Camila se recostó a mirar las numerosas
constelaciones mientras yo respiraba muy profundamente, cargando mis pulmones
de ese aire distinto al de todos los días. No pude descifrar qué lo
diferenciaba, pero me confundía entre la sensación de estar vivo y de ser el
espectador de una película de ficción.
Esa noche,
en ese momento y lugar, junto a Cami, pude entender el sentido de la vida.
Alcancé a ver cómo podía ser tan angustiante y difícil, pero, al mismo tiempo,
tan reconfortante y satisfactoria. Supe
que siempre se nos puede venir el mundo abajo sin embargo tarde o temprano
viene una recompensa, un aprendizaje que compensa, algo que te hace apreciar y
agradecer el día que llegaste al mundo.. Y valoras todavía más cada sensación,
experiencia o persona, que te recuerde el motivo de estar de pie y con el
corazón a pleno latir. Nico fue una de esas y ahora Cami también. Porque…, qué
es la vida sino una síntesis de instantes de felicidad, y aprender que, de un
terrible drama, de una tragedia, también puede nacer el amor
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