La ley del embudo
De su honor en menoscabo,
faltó un esposo a su esposa;
ella perdonó amorosa,
y el público dijo: -¡Bravo!
Faltó la mujer al cabo,
harta de tanto desdén,
y el falso esposo… ¿también
perdonó a la esposa? No:
el esposo la mató,
y el público dijo: -¡Bien!
Bruto
A un bravo alazán subí,
y de victoria en victoria,
tras mil riesgos, conseguí
para mi dueño la gloria,
y la muerte para mí.
La ambición
A un monte una vez subí,
y de cansado me eché;
mas luego que lo bajé
de confiado caí.
¡Déjame ambición aquí
hasta morir descansando!
¿Qué ganaré ambicionando,
si cuanto más sube, entiendo
que me he de cansar subiendo
y me he de caer bajando?
Las dos esposas
Sor Luz, viendo a Rosaura cierto día
casándose con Blas,
-¡Oh, qué esposo tan bello, se decía,
¡pero el mío lo es más!-
Luego la esposa del mortal miraba
la risa del amor,
y, sin poderlo remediar, ¡lloraba
la esposa del Señor!
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