sábado, 30 de noviembre de 2013

EL USO DE LOS OPOSITORES Por César Bruto

“La oposición pide siempre lo que está segura de no conseguir, porque si lo consiguiera dejaría de ser oposición" . Alfonso


Que a usté nunca ni jamás se le ocurra, siendo gobernante, querer curar de golpe a los opositores, hasiendo que se vuelvan ofisialistas. Piense quel asunto de ser opositor es como un visio, y hay tipos que ese visio lo tienen adentro desde su mas tierna infansia, que algunos son opositores crónicos y otros ya son incurables. Incluso yo conosí a un opositor que sierto día su partido ganó las elebsiones y entonses sus amigos lo llamaron para darle un ministerio. . . " ¿Lo qué? —disen que dijo todo enojado— ¡Yo sienpre fui opositor, y haora no me voy a dar vuelta hasiéndome ofisialista!
Por eso yo reitero con el mayor énfasis de que la cura de un opositor es lenta como la de los borrachos y los tosicómánoS: si a un curdA usté le saca de golpe la bebida, el tipo se puede volber loco, y si a un tosicómanO usté le retira la pichicata de prepotensia le puede suseder cualquier cosa: ¡incluso se sabe de algunos que dejaron la drogA de la noche a la maniana, y tanbíen de la noche a la maniana se volvieron cretinos! Por eso, y para evitar el canbio brusco y sus consecuensias, en algunos países inventaron los canpos de consentrasióN, así los opositores se van acostunbrando poco a poco a las delisias y ventajas de ser ofisialistas.
Pero considerando que los canpos de consentrasióN y las cárseles no son muy sinpáticos, yo sujiero una martingalA inofensiva para dejarlos contentos y sin traumas. Partiendo de la base de que los opositores están sienpre amargados, envenenados, rabiosos y cabreros, yo creo que los gobiernos tendrían que destinarle algunos sitios para que los tipos pudieran descargar sus rabietas, broncas y venenos; y lo mejor, sería colocar un libro de quejas en la casA de gobiernO para que cada siudadano dejara estanpada su protesta con su puño y letra. . . ¿Que a un contrera no le gusta el gobierno? Entra en la casA rosadA, pide el libro de quejas y escribe: "El presidente es una béstiA, el ministro Tal es un canalla, el secretario Cual es un chorro y el funsionario Talcual es un coimero!" Y después de largar toda la mufa que le sale del bolígrafo, el opositor se siente liberado de odios y rencores, y hasta es capas de ir a sentarse en la plasA de mayO a tirarle algo a las palomas o a dejar que las palomas le tiren algo a él. ¿Se da cuenta qué sensílio?
Ya sé que alguien preguntará muy serio: "¿Y qué hasen después con ese "librO de quejaS" en la casA de gobierno? " ¡Mire qué problema: agarran y lo tiran a la basura! ¡O sea lo que se hase con todos los libroS de quejaS en todas las reparticiones!
Otro recurso que se usa con frecuensia cuando el gobernantE descubre que tiene un opositor muy recalsitrante, es llamarlo y desirle: "Vea, doptoR (¡o almirantE, o jeneraL o brigadieR o lo que caiga! ) ¡Quiero que usté se vaya denbaja-doR a balalaicA!" "¿Balalaica, eselensia?   ¡Ese país está muy lejos!" "¡Ma qué lejos: en avión es cuestión de horas!" "¡Pero es que yo no sé hablar en balalaicO!" "No interesa: los enbaja-doreS  tienen intérpretes. . ." "¡Pero es quen balalaicA hase un frío que pela hasta las rodillas!" "Bueno.. . No se olvide quen la enbajadA hay aire acondisionado y sienpre sirven buenos copetines. . ." "Pero hay otra dificulta, eselensia:   ¡yo nunca estuve en la carrera diplomáti-cA!" "¡Y bueno, querido!    ¡piense que todo no puede ser perfebto en este mundO!"
Por esa rasón, yo creo que a los gobernantes sienpre les conviene aumentar las enbajadaS en todas partes, ya sea poniendo una enbajadA en siberiA, o en el congo mediO, o en sangri-lA o en jaujA. . . ¡Y acá mismo en el paíx, incluso! ¿Qué a usté le molesta fulanO? Un consulado argentino en el Iguasú, y que se vaya a las cataratas. . . ¿Que menganO sestá poniendo cargoso con sus indirebtas? ¡Un viseconsulado en la quiacA, y a otra cosa! ¿Que sutanO se pone cada día mas sutanO y revoltoso? ¡Una enbajadA en la cordillerA de los ándeS, y que se arregle con los cóndores! En serio se lo digo: ¡es muy cómodo tener un sitio adonde mandar a siertas personas, y cuanto mas lejos, mejor!
Otra manera de tratar a los opositores con intelijensia es dejarlos tranquilos, que griten hasta romperse las amígdalas, y que hagan reuniones y hagan manifestasiones y hagan mítines y que hagan hasta que se les salga por las orejas. . . ¡Cuantas mas cosas hagan, mas se cansan; y si están ellos cansados y usté fresquito, lójicamente la ventaja es suya!

Además, eso de no permitir y no permitir cosas me hase recordar de cuando éramos chicos y queríamos jugar a la pelota, pero antes pedíamos la venia a la autoridá de la casa: "¡Vieja! ¡Queremos jugar a la pelota!" "¡No, no quiero que jueguen!" Y a los 2 minutos: "¡Mamá! ¡Queremos jugar a la pelota!" "¡No les permito, y se acabó!" Y al ratito: "¡Mamáaaaaaaaa! ¡Queremos jugar a la pelota!" "¡Les digo que no, y basta!" ¿Y sabe usté lo qué ocurría con semejantes prohibisiones? Ocurría que entonses nosotros jugábamos escondidos en el patio; y por jugar con miedo, pateábamos torsido; y por patear torsido a cada rato hasíamos saltar un vidrio. . . O sea que a la final un día mi vieja se avibó y nos dijo: "¡Ma sí: vayan todos a la calle y jueguen hasta que revienten!" Y desdentonses se acabaron los problemas y vibimos todos contentos, y la moraleja se cae de madura: ¡sienpre es peor prohibir el juego, que dejar que los chicos se diviertan con la pelota!

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