es que vuelve al país en que ha nacido.
Aunque muy poco a poco
ya llegué al saber: ¡Sé que estoy loco!
De una mujer como Virginia, honrada
lo mejor que hay que hablar es no hablar nada.
No escribo versos aquí
porque mi nombre recuerdes,
sino para que te acuerdes
que yo me acuerdo de ti.
Aunque huir de ella intento,
no sé lo que me pasa,
porque yo voy donde me lleva al viento
y el viento siempre sopla hacia su casa.
Me suelo preguntar de dudas lleno:
-¿Son mejores los buenos o los justos?
Y la elección va en gustos;
yo doy todos los justos por un bueno.
Los mortales son siempre los mortales.
Y en el mar y en la tierra, cerca o lejos,
los juegos de los niños son iguales,
como son los sueños de los viejos.
¿Dices que te he olvidado?
Amante desleal, pierde cuidado,
Es mi amor tan eterno
que ya empiezo a temer que, enamorado,
por ir donde tú irás, iré al infierno.
Al pintarte el amor que por ti siento,
suelo mentir, pero no sé que miento.
Convirtiendo en virtud la hipocresía
y ajustando las leyes a su gusto,
como muchos fanáticos de hoy día
para ser más bribón, finge ser justo.
He amado a esa mujer de tal manera
que no me volví loco porque lo era.
Centro editorial “La vida literaria” Cortes, 216 Barcelona (Circa, 1900)
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