sábado, 4 de enero de 2014

PASTORALES - Por Juan Ramón Jiménez

1

Tristeza dulce del campo. 
La  tarde vino cayendo. 
De las praderas segadas 
llega un suave olor a heno.

Los pinares se han dormido. 
Sobre la colina, el cielo 
es tiernamente violeta. 
Canta un ruiseñor despierto.

Vengo detrás de una copla 
que había por el sendero, 
copla de llanto, aromada 
con el olor de este tiempo 
copla que iba llorando 
no sé qué cariño muerto, 
de otras tardes de septiembre 
que olieron también a heno


3

La calle espera a la noche. 
Todo es historia y silencio. 
Los árboles de la acera 
se han dormido bajo el cielo.

Y el cielo es violeta y triste,
 un cielo de abril, un bello 
cielo violeta, con suaves 
preludios del estrelleo.

Por las verjas se ve luz 
en las casas. Llora un perro 
ante  una  puerta cerrada. 
Negro sobre el cielo liso 
revolotea un murciélago...

 ¡Oh la lámpara amarilla, 
la paz de los niños ciegos, 
la nostalgia de las viudas, 
la presencia de los muertos!

¡Cuentos que en aquellas tardes 
de abril, que ya nunca han vuelto,
 nos contábamos, mirando
 fijamente a los luceros: 

Y va cayendo la nombra, 
dulce y grande, en paz, con esos
rumores lejanos que
se escuchan desde los pueblos.

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