En cuanto nos dicen que un extranjero ilustre ha caído en territorio nacional, los chicos de la Prensa galopamos al hotel donde se aloja y nos colamos en su habitación, sobornando al camarero con una peseta. Esperamos a que el forastero ilustre salga de la ducha, y en cuanto asoma le hacemos la primera pregunta:
-¿Verdad que la Península Ibérica es preciosa, ilustre?
-Orlová me soiloi, tambú proni sprijen gorlova nos contesta el personaje en su lengua vernácula, pues no sabe ni papa de español.
Debe de ser un sabio checoslovaco deducimos, pues no tenemos ni un pelo de poliglotas, y quiere decir que en la Península Ibérica derramó la Creación todos sus dones.
Apuntamos esta respuesta en un papel y urdimos otra pregunta:
- ¿Qué le ha llamado más la atención en nuestra tierra, ilustre ?
- Toconba iclhneya pol, sarmantúa virgulen creto. ¡Timpa, timpa! ¡ Sáltraye goln! ¡Mecola fripe! ¡Timpa, timpa! se explaya el personaje haciendo gestos y moviendo los brazos con angustia.
Quiere dar a entender, indudablemente, que se ha quedado maravillado viendo la belleza de la mujer española, cuyos ojos de azabache y labios de coral, unidos al embrujo indiscutible de sus orejas nacaradas, dejan patitiesos a los forasteros nórdicos interpretamos, pues su mímica es harto expresiva.
A continuación, el ilustre suele soltar un largo párrafo en su jerga particular, que bien pudiera ser el turco o el croata. Pero los avispados chicos de la Prensa no nos amilanamos: suponemos que está elogiando lo bien que pescamos el atún, lo bien que criamos el gusano de seda y lo ricas que están las gallinas que fabricamos. Dicho esto, le soltamos una pregunta ligeramente capciosa:
- Estamos convencidos de que el sol de España pica mucho más que el de su país, ¿verdad, ilustre?
Aguardamos su respuesta con mirada hosca, pues si dice que no, un buen sopapo no se lo quita nadie.
- Gurri, gurri replica el turista con una mueca vaga.
Ha tenido que decir que sí traducimos los chicos de la Prensa, porque si lo niega le quitamos la camisa y lo ponemos al sol tres horas para que se convenza de que pica.
Y después de una pausa, que empleamos en urdir nuevas preguntas ingeniosas, le espetamos a bocajarro:
- ¿ Qué región española le gusta más ?
El ilustre se encoge de hombros, pretendiendo convencernos de que no nos entiende ni palote.
Tiene cara de que le ha gustado Andalucía, por sus vinos famosos en todo el orbe, y Galicia, por ser una región igual que Suiza, aunque algo más bajita -deducimos los chicos de la prensa, mordiendo los lápices con frenesí para sacarles más punta.
Podemos añadir que le gusta nuestra cocina sugiere un chico de la Prensa espabiladísimo; porque parece que este ilustre tiene buen diente.
Retratamos al ilustre de pie, sentado, decúbito supino y decúbito en cuclillas, y abandonamos la habitación mientras el personaje nos despide con estas conmovedoras palabras:
- Sambro cúrtila, agreuyep colofa. Tupi tupi gordela, guitará fipayuy.
¡Emocionante discursito, en el que muy lerdo hay que ser para no adivinar que el ilustre hace votos por la prosperidad de nuestros dos países!
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